MANUEL BENÍTEZ EL CORDOBES

 

MANUEL  BENÍTEZ  EL  “CORDOBÉS”




Buscando con el mando de la televisión algún documental curioso de ver, me encontré: que estaban hablando de la vida de Manuel Benítez y me paré a verlo. Contaban, cómo empezó su carrera taurina mostrando antiguas fotos de la plaza de toros de Vista Alegre, pero, sobre todo, imágenes de dentro y fuera de la plaza de toros de Las Ventas, con vídeos de sus corridas en aquellas tardes triunfales del torero, destacando la relevancia de sus triunfos y de lo importante que, desde una vida humilde logró y del dinero que ganó.


Le recuerdo en mi juventud, con mis solo dieciseis años, en aquellos soportales de la plaza de toros de Vista Alegre pidiendo una oportunidad, en un pobre cartel, con una pobre muleta desteñida y una espada que, más que matar al toro, pareciera, que iba a romperse en el intento. Era entonces un chaval de mi misma edad. Por entonces, era vecina, de esa plaza, vivía con mi madre y mis hermanos en Castrojeriz 7; desde las ventanas de la parte de atrás de mi casa, veía los corrales donde llevaban a los toros dos días antes de las corridas de los domingos, como los sacaban de enormes camiones, de los cajones que los portaban, y como los dejaban en los corrales hasta que, el domingo por la mañana los veían los veterinarios; si alguno cojeaba porque se hubiera hecho daño al salir del cajón, o en alguna pelea que ellos mismos propiciaban, lo cambiaban por otro que, según tengo entendido lo sacrificaban. Después que hicieran el reconocimiento los veterinarios, los metían en los chiqueros hasta la corrida de la tarde. Siempre había seis toros dos por cada matador, y otro de repuesto llamado el “sobrero”. Todo esto lo aprendí mirando por aquella ventana de la cocina de mi casa.


Pero, lo que quiero contar, realmente, es la historia vivida como vecina, de ese chico aprendiz de torero que pedía una oportunidad y su afición le llevaba a jugarse la vida. En aquellos soportales de la plaza vivió durante más de un año: dormía y comía de lo que los vecinos, sobre todo, las vecinas le llevaban, además de mantas y ropa de sus hijos para las fría noches de invierno; en los bares de la zona, le dejaban asearse, desayunaba y le invitaban a un plato de comida caliente, y donde, en muchos de ellos todavía conservan los carteles de sus corridas en Vista Alegre. Más de una vez mi madre le bajó un buen bocadillo de tortilla.


Cuento esto, porque en ningún caso fue recordado en el reportaje, y no creo qué contarlo sea vergonzoso; a mi forma de ver, todo lo contrario, gracias a su tesón y a su sacrificio de noches de dormir en el suelo en meses de frío y calor, consiguió esa oportunidad y logró lo qué tanto deseó y esperó.

 

 Toreó y triunfó en Vista Alegre, naturalmente, después de su triunfo toreaba en las Ventas y en las mejores plazas de España y del extranjero; ya era un torero importante, pero, por qué se olvidó de sus inicios, de aquellos bares que tantas veces le dieron un plato caliente, de aquellas vecinas que le bajaban bocadillos, mantas, para que no pasara frio, y ropa de sus hijos para que pudiera cambiarse. Por qué se olvida de esa bonita e importante historia antes de ser un rico y admirado torero llamado “el Cordobés” y por qué no lo cuentan los periodistas; me “cabrea” y perdonen la expresión que, últimamente, se omiten, se cambia la realidad de las cosas; en esta historia, el cambio, no tiene en sí, una consecuencia grave, pero, si la tiene la verdad real de un país, de su política, de sus principios, y de sus problemas; mientras me quede un resquicio de recuerdos en mi mente, no olvidaré lo que me tocó vivir: la posguerra de una guerra civil, la dictadura de Franco dónde la mujer era, la “mujer de”... y, naturalmente, viví la Transición, y cuándo pude votar, vote la Constitución Española y en todas las elecciones generales para elegir Gobierno, y cuándo tocaba en las Municipales y Autonómicas de la Comunidad de Madrid, siempre fiel a mis principios y mis convicciones, defendiendo que la verdad de la Historia no se puede cambiar y los derechos del ser humano, tan poco. Sin estos dos principios, no llegaremos a ninguna parte.


Y respecto, a mi pequeña y anecdotica historia de la vida de Manuel Benítez “el Cordobés”, le pediría, que nunca renuncie a sus comienzos, gracias a esa oportunidad que le dieron los grandes empresarios taurinos, triunfó y fue conocido, y recuerde también, que gran parte de su triunfo se la debe, a esos vecinos y vecinas de Carabanchel, y, en especial, a los de la plaza de Toros de Vista Alegre.   








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