EL MISTERIOSO NIÑO DE OJOS RASGADOS CAPITULO XXIV

 



EL MISTERIOSO NIÑO DE OJOS RASGADOS




CAPITULO XXIV




Carlos estaba triste, muy triste, la muerte de María le había afectado más de lo que nadie pudiera imaginar, el viaje de regreso a la isla le producía un extraño presentimiento como si su muerte la llevara  a su espalda, estaba hastiado, harto de aquello, quería dejarlo, huir de todo, dejar su trabajo en la organización, nunca debió acceder a entrar, ahora se arrepentía y sabía le iba a ser muy difícil salir de Japón, empezar de cero en otro país, en otro mundo. Inconscientemente metió la mano en su bolsillo y sintió el suave tacto de la canica azul pero no se atrevió a sacarla no iba solo en el avión, además de su jefe, sentados en los asientos de atrás les acompañaban dos personas, le habían sido presentadas como técnicos de aviación. Dejar todo atrás empezó a obsesionarle estaba metido hasta el cuello en aquella maldita historia. El afilado lazo que le unía a aquel enfangado asunto tenía secuestrada su conciencia, desde el primer día fue una trampa, pero no lo vio, era muy goloso el dinero que le pagaban y él en aquellos momentos estaba pasando por grandes apuros económicos y no pudo, o no quiso decir no, a lo que era salir de esa situación que había sido siempre uno de sus sueños. Ahora estaba volviendo a la isla. Desde esa altura la vista era impresionante. Mirando a través de la ventana del avión le pareció flotar y ante sus ojos colinas y más colinas se divisaban. Nunca pensó que Japón fuera tan montañoso, todo lo contrario a la isla, parecía que la habían creado en aquél mar a escasos kilómetros de lo que ya era Rusia. Recordó en ese instante lo felices que habían sido los niños en aquella excursión, como habían disfrutado en el barco rompehielos y como Sirio, Adrián y Daniel les gustaba investigar de dónde procedían las mercancías que llevaba a bordo, lo que provocó algún problema con sus guardianes, pero la inteligente actuación de Leyla llevándose a los niños al restaurante resolvió el problema. Pensó en ella y algo en su interior le decía que siempre había estado ahí. Quiso desterrar ese pensamiento pero estuvo un buen rato en su mente, hasta que el piloto les anunciaba que estaban llegando a su destino. Respiró hondo y empezó a recoger sus pertenencias, estaba deseando salir de allí, llegar al hotel, darse una buena ducha, y tumbarse en la cama.


Llegó al hotel sin ganas de llamar ni ver a nadie, necesitaba estar solo desconectar del mundo; se sentó junto al ventanal mirando la frondosidad de aquellos árboles cuajados de hojas y flores en aquél parque que se extendía por toda aquella colina. El hotel construido en su ladera, con vistas a un lago interior, donde las piraguas y barcas de remos eran la atracción de todo el que sentía amor por los deportes naúticos. Miraba sin ver, su mente adormecida por el dolor le impedía sentir, era un alivio momentáneo, pronto se daría cuenta que el problema, no había desaparecido. Después de aquél descanso más del alma que del cuerpo y sin saber el tiempo que había permanecido en él, sus ojos por fin se fijaron en todo lo que le rodeaba y volvió a la realidad sabiendo que no podía retrasar por más tiempo hablar con David y con todos los demás y explicarles cómo seguramente podrían salir de allí con ayuda de Georges y Roberto. No quería preocuparles inútilmente pero debían estar enterados.

 Cogió el móvil para llamar, pero antes metió la mano en el bolsillo y sacó la canica azul, la frotó suavemente y la cara de Sirio se mostró sonriente diciéndole: - estaba deseando verte, quiero preguntarte tantas cosas, siento todo lo que ha pasado y siento no poder paliar tu dolor. - Yo si que tenía ganar de verte Sirio, solo tú, puedes hacer más llevadero mi sufrimiento y solo tú, puedes ayudarme a comprender lo que ha pasado. - Carlos, contigo sabes que tengo una conexión especial como la tengo con Leyla y también la empezaba a tener con María, ojalá hubiéramos estado allí, lo hubiera presentido y te hubiera avisado. - Eso es lo que me apena y me hace sentir culpable no estar con ella en esos momentos cuando más me necesitaba. - No te sientas culpable, a veces las cosas son como son y no pueden evitarse; ¿has pensado lo qué vamos a hacer ahora?. - Estoy en ello, Georges y un amigo van a ayudarnos a salir de aquí, seguramente vendrán en unos días, tengo que hablar con David y cuando todo esté preparado se lo comunicaremos a Paula y a Leyla. - Yo puedo ayudar, podríamos si quisiéramos huir esta misma noche, solo tendría que contactar con mis padres y ellos nos mandarían ayuda desde allí. - No Sirio, esto hay que hacerlo bien, tenemos que conseguir pruebas contundentes de lo que está pasando y yo puedo encontrarlas no te preocupes, con los agentes de la autoridad, Georges pertenece a INTERPOL. - ¿Georges es policía?. - Sí, a mí me pidió hace tiempo colaboración para descubrir lo que estaba pasando en las fronteras con la desaparición de niños, necesitaban saber quienes están en ciertas organizaciones. - Podrían darte información de todo si comunicásemos con mi galaxia, tienen un sistema avanzado, un código secreto que protege a un grupo de especies inteligentes que se adaptan a las condiciones distintas de la tierra, una manipulación en inteligencia artificial que llegan a nosotros como seres de luz con visiones psíquicas y telepáticas llamados niños de las estrellas. - Cada vez, me dejas más perplejo a pesar que sé, que tú, eres uno de esos niños. - ¿Cuándo vas a entender qué yo puedo leer en la mente de las personas?, la telequinesis es una de las cosas que primero nos enseñan; nuestros marcadores genéticos están ya preparados en nuestros senderos neuronales, anomalías de nuestro ADN con el vuestro, de ahí que interese tanto a la organización y que tantos niños estén tutelados por ella para su estudio. - Ahora comprendo; ¿cómo no me lo habías dicho antes?. - Cada cosa a su tiempo Carlos. - Y al decir estas palabras, la canica se apagó. 

 

 

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 En aquella calurosa y despejada noche de verano, no se oye ni un mínimo ruido y reina la paz en el ambiente, pero se siente perdido en esa isla que pude ser peligrosa para él y para la gente que en ella se encuentra sin  saberlo,  y  lo peor,  ha contribuido para que así sea, los procedimientos que había logrado establecer para hacerla inaccesible habían  funcionado, y era  prisionero en su propia carcel.                                                                                                                                                             

Está sentado en la arena, cerrados los ojos, el insignificante oleaje apenas roza sus pies en esa calma del océano que le rodea. Espera la llegada de sus amigos próximamente y a su mente aletargada por esa tranquilidad, le cuesta concentrarse, y el pensamiento que quisiera desterrar le recuerda lo que tendrá que decidir y hacer, sin saber las consecuencias. Se recuesta en la arena y abre los ojos, un sin fin de lucecitas le hacen guiños parpadeando a lo largo y ancho de la bóveda de aquél cielo infinito separado por una línea muy definida, “el Horizonte”. Lenta, muy lentamente, se repone de su asombro y va entendiendo lo que ha sucedido, su mente recobra su lucidez y le dice que es real.

Comprueba la magnitud del mundo en su concepto espacial, mientras mira el cielo estrellado desde la arena, ¿qué habrá en la extensión infinita más allá de la Vía Láctea?. Ahora está en esa isla perdida que ni siquiera consta en los mapas y piensa: ¿la encontrarán Georges y Roberto?, les señalé dónde se encontraba muy cerca del mar de Berig y del mar de Ohotsk. Recordó entonces la excursión al volcán y la laguna donde se refleja, la catedral en Petrovaskov, la desembocadura del río Avacha y el pequeño restaurante donde comieron aquellos cangrejos típicos de aquellas tierras.




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Franchesca se encontraba cómodamente sentada en una de las tumbonas del hotel con su melena roja recogida en su nuca con una goma del mismo color, un pantalón corto rojo y una blusa negra transparente que, dejaba ver, sin tener que adivinar demasiado. Es una mujer muy sensual aunque realmente ella ni se diera cuenta de ese atractivo y lo que producía en todo aquel que la miraba. Recostada en el respaldo, con sus piernas colgando a un lado y al otro de la tumbona, el ordenador en medio y sus dedos recorriendo las teclas que, en un repicoteo rápido y preciso, daban paso a las palabras y a las frases que iban formando el artículo que escribía para su periódico de toda la información que había recopilado de las historias que estaban llegando al final del misterio de aquellos niños que parecían venir de las estrellas, por lo qué seguramente, la tratarían de chiflada. Tenía que contarlo, narrar las vicisitudes y el calvario de las travesías de la gente en el mar y de como morían, era su sepultura, cambiaron la muerte de las bombas y el hambre de sus países, por otras tan terribles o más en las aguas de aquél mar Mediterráneo. Los niños, sus historias, tan crueles en muchas ocasiones y tutelados en otras, para investigaciones que no se sabía muy bien qué se quería conseguir, aunque lo que estaban descubriendo, iba más allá de la realidad y de lo que seguramente se podrá demostrar; ojalá las agencias internacionales sacaran a la luz los misterios que en ellas se esconden. Su móvil sonó, era Pamela. - Hola no esperaba tu llamada tan pronto, ¿tienes algo qué contarme?. - Verás Franchesca, hablé con Clara y me dijo que sí, que todavía colaboraba con los científicos japoneses Simussi y Assimoto, pero las cosas no les debían ir muy bien, me comentó que habían tenido ciertos problemas con algunas enfermas de Alzhéimer y se estaban planteando dejar el experimento. - ¿Eso te dijo?, ¿no te explicó nada más?. - Quise sonsacarla pero se cerró en banda. - Y con Henri, hablaste. - Sí, con él largo y tendido, nos pasamos más de una hora hablando y quedamos en vernos, no se qué pasará, pero él me gusta, tuvimos una pequeña aventura, pero por nuestro trabajo cada uno marchamos por nuestro lado y aunque hablábamos de vez en cuando, la cosa se fue enfriando, quizá ahora retomemos el tiempo perdido. - Me das una gran alegría, siempre he pensado que terminaríais juntos. - Ojala sea así y seamos tan felices como Georges y tú. - A nosotros nos pasó algo parecido y ahora ya ves, es verdad que tuvimos suerte con que este trabajo lo estemos haciendo juntos, nos ha unido mucho más y la verdad, nunca pensé ser tan feliz es un hombre extraordinario y está coladito por mis huesos. Bueno espero la invitación de boda y si te enteras de algo, ya sabes. - No te preocupes, ¡ah!, lo olvidaba,  me dijo, se estaba preparando una reunión en París de muy altos cargos, pero no tenía idea de por qué. - Se lo comentaré a Georges, es muy raro que él no sepa nada, pero estas cosas siempre las llevan al más alto secreto, de todas formas gracias por tu información. - No tiene importancia, hablamos. -




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El móvil que Georges entregó a Carlos sonó y a pesar de esperar la llamada no pudo reprimir un respingo, lo cogió rápidamente, le decía: estaban dispuestos, si no había problemas llegarían la tarde siguiente. - Todo está preparado, ya he resuelto la forma de abrir la cúpula que da a la parte norte de la playa para que pueda aterrizar el helicóptero, os estaré esperando, pasaréis por técnicos, si nos descubren, dejarme hablar a mí todos los que trabajan en esa planta son trabajadores a mis ordenes y no van a desconfiar, de todas formas procuraremos no ser vistos y yo conozco perfectamente todo el recorrido; cuando lleguemos al hospital es cuando más precaución debemos tener, seguramente no encontremos a nadie en esa zona donde están los sarcófagos, espero no esté vigilada. Llamarme cuando estéis llegando. ¿No habrá problema con el radar?. - Eso también está solucionado. - Me dejas más tranquilo, aunque es una forma de hablar, no sé si podre dormir en muchas noches. - Calmate, todo saldrá bien. - Cuando colgó pensó que, seguramente lo más fácil hubiera sido hacer caso a Sirio y haber pedido ayuda a su estrella, pero no podían huir dejando las cosas así, tenían que demostrar lo que estaba pasando, los experimentos que se estaban haciendo en niños y en personas mayores con enfermedades terminales que no se podían defender.

Llegaron a la isla sin ningún problema, el sitio que Carlos les indico para el aterrizaje era el que utilizaban para llevar las mercancías y no crearon sospechas. Pasaron al hospital por una puerta lateral usada para el servicio de mantenimiento y cogieron el montacargas que pararon en la planta donde Carlos había ido con María cuando esta la descubrió al perderse al ir a ver a su madre. Se encontraron en un corredor poco iluminado y más adelante el pasillo que terminaba en una puerta corredera acristalada que se abrió a su paso como Carlos recordaba. Contuvieron el aliento estudiando las caras de la hilera de sarcófagos transparentes y por obra de algún efecto especial que producía escalorfrios y que parecía flotar en el ambiente, la luz de su pequeña linterna iluminó el rostro de la madre de María; se inclinó ligeramente hacia delante, sin creerse todavía lo que veían sus ojos; Georges se acercó también y tuvo que contener la respiración para no proferir en un grito que se ahogó en su garganta. Se miraron sin decir palabra. Roberto sacó con su móvil fotografías para demostrar lo que acababan de ver. La luz intermitente en rojo parpadeando sin cesar les sacó de su mutismo, era seguramente la señal de que habían sido detectados. Salieron rápidamente al pasillo procurando hacer el menor ruido posible para no ser localizados y avanzaron por aquél siniestro sitio con la imagen en su retina de aquél descubrimiento. Los servicios de inteligencia, tendrían que tomar serias medidas en aquel asunto.


Georges y Roberto se marcharon sin ser detectados, el helicóptero preparado como estaba para la guerra, hacía el mínimo ruido y pudieron salir de la isla con toda la información que Carlos les había proporcionado, tanto de la construcción de la cúpula, los planos donde estaban las cámaras de vigilancia y los sistemas de inspección, las fotografías que sacaron de los cuerpos que allí se encontraban y también desde el aire de toda la isla. Llegó al hotel exhausto, más por la tensión acumulada, que por el trabajo realizado, la parte más delicada la habían conseguido sin que nadie se percatara, al menos eso parecía, solo las luces parpadeando dentro de la sala crearon peligro pero no habían saltado ninguna de las demás alarmas, ya se encargó el de que no pasara, aunque estaba tan nervioso que podía haber cometido cualquier error.

Lo más complicado venía ahora, salir con los niños de la isla, tendrían que esperar a que Georges con ayuda de la INTERPOL les avisara; le había parecido bien su idea de hacer otra excursión en el buque rompehielos que hacía escala llevando, alimentos, medicamentos y mercancías, antes de pasar a la parte rusa y gracias a los acuerdos internacionales convencerían al capitán de que los sacara de allí y desde Petrovaskov o alguna otra de la ciudades coger algún vuelo a Moscu, desde allí sería mucho más fácil llegar a Europa. En Francia les acogerían hasta que todo se esclareciera y pudieran volver a la vida real. 

Era una buena noticia, estaba deseando contársela a Sirio y a todos los demás. Pensó que sería importante que se les viera a todos juntos como antes hacían después de las reuniones, salir de marcha, ir a la playa, pasear en barca por el lago, todo lo que antes de la muerte de María solían hacer; llamó a David y le propuso bajar a comer al restaurante del hotel; le pareció una idea estupenda. - ¡Pues claro!, ya verás lo contentos que se van a poner los niños, te han echado mucho de menos y eso les alegrará y a Paula y a Leyla también, estábamos muy preocupados por ti. - Lo comprendo David, pero no tenía ánimos para nada. - La vida sigue Carlos, ya no se puede hacer nada, has hecho lo que tenías que hacer. Ahora tienes que reaccionar y pasar página. - Lo intentaré, pero me va a costar mucho superarlo. - Tienes que hacerlo, Sirio está muy triste, tienes que procurar estar más tiempo con él. - En eso llevas razón. - Bueno, entonces hasta la comida.

Estaban sentados en una mesa, cuando Paula vio a su tío acercarse; solo le dio tiempo a decir: cuidado mi tío. Don Doroteo sonriente saludó cortes. - Hola, no esperaba encontraros aquí. - A lo que Carlos contestó. - Estábamos deseando vernos y se me ocurrió comer todos juntos como hacíamos siempre, la vida sigue queramos o no y lo que ha pasado por mucho que duela ya no tiene remedio y me vendrá bien retomar mi trabajo y los paseos con los niños, ellos también tienen ganas de ir a la playa y volver ha hacer las excursiones. - Desde luego, después de sus obligaciones con sus profesores y Leyla en muy conveniente que hagan otras actividades. - Pues quizá le tomemos la palabra, cuando pensemos en alguna excursión, pediremos su permiso. - Sirio levantó la mano para hablar: yo tengo una idea. - Sí, dijo Carlos; y es. - Hacer otra excursión como cuando fuimos al volcán donde se construyó la cúpula, ¿os acordáis lo bien qué lo pasamos y todo lo qué aprendimos?. - Eso, eso, dijeron al unísono Adrián y Daniel, fue muy interesante, todavía recordamos al capitán del barco, fue muy amable y nos invitó a que fuéramos otra vez; por favor Carlos sería estupendo. - No creo que sea tan fácil, tener en cuenta que solo viene a la isla cuando trae mercancías, aunque quizá don Doroteo sepa cuándo, si tiene que recibir alguno de sus encargos. - Si, dentro de unos días creo que tiene que traer provisiones, pero no asegura el día depende de sus otros clientes, podéis preguntar en el puerto allí lo tienen que saber. - Es una buena idea gracias por la información. - Carlos por qué no vas esta tarde a enterarte. - No corras tanto Sirio, primero las haremos por la isla, los parques, la playa… - Pero ya conocemos los parques dijo Daniel enfadado, y la playa también comentó Adrián. - Chicos habrá tiempo no lo queráis hacer todo a la vez, nos quedan muchos días de estar aquí, vosotros tenéis que terminar vuestras lecciones y yo mi trabajo y Leyla vuestras sesiones, así que lo tomaremos con tranquilidad, todo a su debido tiempo. - Vale, dijo Sirio, si no hay más remedio. - No lo hay, y no más discusión, terminaremos de comer y contaremos historias en el parque, tenemos que ponernos al día. Don Doroteo se despidió no sin antes decirles a Paula y a David que quería hablar con ellos y marcharon juntos. - Bueno, dijo Carlos, pues nosotros a contar historias, ¿nos acompañas Leyla?, - Por supuesto, las historias siempre son interesantes. - Si, sobre todo si las cuenta Sirio, dijo Adrián. - Si, si, tiene una imaginación, contestó Daniel riendo. - Todo lo que cuento es verdad, replicó Sirio. - ¿Cómo qué vienes de tu estrella?, y continuaron riendo. - Vamos, vamos, no seáis tan incrédulos, dijo Leyla; a mí me interesan mucho esas historias y creo que esta tarde Sirio debería contarnos una. - Pues vaya royo, comentaron los dos hermanos, no hay quién se las crea. - Yo si las creo dijo Carlos, tiene razón Leyla cuando dice que son interesantes, el Cosmos es infinito como ya sabéis, ¿por qué no puede haber vida en otras estrella o en otros planetas?. - No está demostrado dijo Daniel. - Pues claro que no, continuó Adrián. - Pues os voy a demostrar que si existen dijo Sirio muy enfadado. - Y Leyla zanjó la cuestión: calma, chicos, calma, no os enfadéis, queremos pasar una buena tarde, Carlos necesita distraerse, lo ha pasado muy mal y debemos ayudarle a que supere su dolor. - Perdona Carlos dijeron los tres, tienes razón Leyla. - No importa chicos ahora estamos juntos, os he echado mucho de menos pero retomaremos donde lo habíamos dejado y no nos separaremos nunca. - Eso, eso, somos bravos camilleros del ilustre batallón, como cantábamos cuando fuimos a la montaña en Málaga. - Nos sentaremos en el parque y contaremos lo que se nos ocurra.





















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