EL MISTERIOSO NIÑO DE OJOS RASGADOS CAPITULO XXII
EL
MISTERIOSO NIÑO DE OJOS RASGADOS
CAPITULO
XXII
María,
no sabía qué hacer para cambiar su situación, estaba sin el apoyo
de Carlos y sin querer contar el calvario que estaba pasando con su
madre, desde la operación no era la misma, parecía reconocer todo su
entorno, la Málaga que tanto había amado y qué ahora parecía no
importarle, mejor dicho, no le importaba nada, la mirabas a los ojos,
a esos ojos que siempre habían trasmitido dulzura y no encontrabas
más que frialdad, una frialdad que te helaba la sangre y te producía
un miedo infinito. Sí, sentía miedo de su madre, el amor que
siempre le había demostrado se había convertido en odio, o eso
parecía, la miraba con dureza y cuándo hablaba con ella procurando
hacerlo con cariño como siempre lo hizo y con respeto, la respondía
con frialdad y desprecio. ¿Cómo había cambiado tanto?; aquella
persona no era su madre, se convirtió en algo diferente, no
encontraba en ella nada de su anterior personalidad: luchadora,
trabajadora hasta el máximo, y madre ejemplar, cariñosa y dulce; aún
en los peores momentos de su enfermedad, mostraba esa dulzura en sus
ojos a los que ahora temía mirar porque lo que veía en ellos le
aterrorizaba; pensó contarlo a los doctores pero delante de la gente
no mostraba la cara qué cuándo estaban a solas, y tuvo miedo que
no la creyeran, y a las amigas, ¿cómo les iba a hablar mal de su
madre?, al único que podía contárselo y la creería era Carlos,
pero él no estaba y por teléfono …, no quería preocuparle desde
allí no podía ayudarla.
Aquella
mañana cuando se levantó para ir a trabajar su madre ya no estaba
en la casa; no la extrañó, cada vez lo hacía con más frecuencia y
no se marchaba tranquila sin saber dónde iría todos los días;
cuando llegaba de trabajar la preguntaba qué dónde había estado y
siempre le contestaba lo mismo: - por ahí dando un paseo, sin más,
- a veces, casi eran esas todas las palabras que cruzaban entre
ellas. Estaban cenando, cena que había preparado María, porque era
ella cuando llegaba la que cocinaba, (otra de las cosas en que
también había cambiado, aunque se encontrase mal, siempre tenía la
casa recogida y la comida hecha para cuando llegara su hija), sin
embargo, ahora era María la que se tenía que ocupar de todo, y no la
hubiera importado de no ser, por ese cambio tan brusco y que tanto la
asustaba. Por fin se decidió y la dijo: - mamá, tenemos que hablar. -
Hablar de qué. - No podemos continuar así, no eres
la misma desde la operación, te has vuelto huraña y
desagradable conmigo, cuando siempre has sido una madre cariñosa, y no
lo soporto, yo procuro serlo contigo, pero parece qué a tí te de
igual, ¿ya no me quieres mamá?,
siempre nos hemos entendido y querido, ¿qué te pasa?, dímelo y
procuraremos solucionarlo. - No hay nada que solucionar, no me pasa
nada, son cosas tuyas. - Pero mamá salíamos juntas de
compras, o dar un paseo por la playa, pero ahora te vas sola horas y
horas sin decirme dónde, si tienes algunas amigas me parece bien,
hasta me hace ilusión que hagas amistades, pero deberías contármelo
y así, no me preocuparía. - No tengo que darte explicaciones ya soy
mayorcita. - No te pido explicaciones sólo que me gustaría qué …
- Basta de conversación, me estás levantando un fuerte dolor de
cabeza y no tenemos nada más que hablar. - Se levantó de la mesa tan
bruscamente qué hizo que la silla se desplazara y dando un portazo,
marchó a su habitación dejando a María hecha un mar de lágrimas.
Cuando logró dominarse comprendió que debería contárselo a
Carmen y a Franchesca, seguro que la comprenderían, no podía estar
así, y a Raúl, él le había preguntado muchas veces qué la pasaba
pero no tuvo valor para decírselo, había llegado el momento,
aquella reacción de su madre la produjo terror no se sentía segura,
incluso por las noches le daban las tantas de la madrugada hasta qué
por fin, el sueño la vencía.
Llegó
a su trabajo y Raúl ya estaba preparando las mesas para los
desayunos, saludó a María y siguió con lo que estaba haciendo,
ella estuvo a punto de decirle que quería hablar con él pero, le vio
tan atareado que pensó dejarlo para mejor ocasión por
las mañanas y a esa hora había mucho lio; pasó a cambiarse y se
puso a la faena como todos los días, aunque su mente estaba ocupada
en su problema y sus manos parecían no obedecerla, iba a colocar las
tazas y platos en la bandeja y ésta se le escurrió de las manos y
cayeron al suelo rompiéndose en mil pedazos; María no pudo reprimir
el llanto se agachó a recoger el desaguisado y se cortó con uno de
los trozos de la vajilla, la sangre brotaba de sus dedos pero ella no
parecía darse cuenta; Raúl que la estaba observando corrió en su
ayuda, - pero chiquilla qué te pasa, no ves qué estás sangrando,
anda ven al baño vamos a curar esos dedos, además deja de llorar,
eso nos puede ocurrir a cualquiera, en nuestro trabajo está a la
orden del día ya lo sabes, ¿qué te ocurre?, ¿no lloras así por
eso verdad?, - María no podía articular palabra y le dijo un no,
con un movimiento de cabeza. - A ver ven, vamos a sentarnos, todavía
no hay nadie en el bar, llevó el botiquín y lo dejó en la mesa,
mientras la curaba los dedos la dijo - secate esas lágrimas y
cuéntame lo qué te pasa. - María procuró que las lágrimas no
acudieran otra vez a sus ojos y muy quedo le dijo: - tengo problemas
con mi madre, ha cambiado mucho desde la operación, no es la misma
Raúl, casi no hablamos y cuándo lo hacemos no muestra ningún cariño
hacia mí, me trata como a una extraña, y yo sufro mucho, tú la
conocías, siempre era cariñosa con todo el mundo aún en sus peores
momentos, no sé qué hacer, no te lo quería decir porque me dolía
contarlo, pero ya no puedo más, me da hasta miedo, ayer quise hablar
con ella, la pregunté qué la pasaba, qué nunca había sido así y me
dijo que no teníamos nada de que hablar, que la dejara en paz y se
marchó dando un portazo, cuando me he levantado ya no estaba, lo
hace cada vez más, y no me dice dónde va, ni con quién, estoy muy
preocupada, ¿qué debo hacer?. - No sé María, ¿se lo has contado
a Carlos?. - He estado muchas veces a punto de hacerlo pero no quiero
que se preocupe, el desde allí no puede hacer nada. - Pero debes
hacerlo, allí están los doctores que la operaron, quizá le puedan
mandar algún medicamento que la ayude, al menos para que esté más
tranquila, cuéntaselo, seguro que puede hacer algo. - Si tienes
razón, gracias por escucharme. - Sabes, estoy para lo qué
necesites nos conocemos hace años y hay amistad entre nosotros, ¿se
lo has dicho a alguién más?. - No quise decírselo a Carmen, ni a
Franchesca, porque me parece es hablar mal de mi madre. - Creo
que deberías hacerlo, son tus amigas y te apoyarán, es muy duro lo
que estás pasando, vamos a trabajar llegan clientes. - María algo
más calmada siguió las ordenes de su jefe.
Llegó la hora de la comida, cuando vio llegar a Franchesca y a
Georges, se acercaron y la saludaron. - ¡Hola María!, ¿cómo
siempre, no?. - Sí, aquí ya sabéis, es así todos los días. -
Queremos comer, pasamos y saludamos a Raúl, ¿se lo decimos a él?.
- Sí mejor, así pide la comanda, luego yo os atiendo. - De acuerdo,
gracias. - María se alegró instintivamente que estuvieran allí,
quizá tuviera algún hueco para contarles lo que la pasaba,
Franchesca era una mujer muy comprensiva y discreta, ambos lo eran y
seguro le darían un buen consejo. -
El
chiringuito tenía un anexo acristalado como restaurante que, aún en
la playa estaba totalmente acondicionado y con comodidad tanto para
comer, cómo para pasar ese rato de relax que apetece después de una
buena comida. A Franchesca le encantaba contemplar el mar, sus olas
de espuma blanca que parecían mecerse en ese suave balanceo casi
imperceptible detrás de la cristalera; un chasquido de los dedos de
Georges, la sacó de su ensimismamiento. - ¡Vuelve!, ¿dónde
estabas?. - Ella le miró confundida cómo si realmente estuviera en
otro lugar, perdona estaba tan relajada que no te oía, ¿dime?. - No
nada, te decía, si pedíamos un café. - Sí, por favor,
granizado. - De acuerdo, se levantó, voy a pedírselo a Raúl para
no hacerle venir hasta aquí, se acercó y la besó suavemente en los
labios; Franchesca le miró con esa mirada tan suya, tan excitante,
que Georges a punto estuvo de sentarse de nuevo y olvidarse del café,
pero ella adivinó su turbación y le dijo: - anda, ve a pedir los
cafés. - Él obedeció con una sonrisa de oreja a oreja. Todavía
sonreía cuando se los pidió a Raúl, y este, mirándole y también
con una sonrisa dijo: – ¡feliz eh!, ahora los lleva María. - Georges un poco turbado contestó, gracias, - y Raúl, con un suave
movimiento de cabeza comentó bajito, ¡el amor!, mandó a María y
poniendo otro café en la bandeja - anda, tómate un respiro -
ella se lo agradeció con una sonrisa.
Llegó
a la mesa y dejó la bandeja; ¿molesto?, vengo a tomarme un café
con vosotros mi jefe me ha dado un descanso. - Pues claro, hace
tiempo que no hablamos y así nos cuentas las aventuras de Carlos por
aquella isla perdida de Japón, ¿cuándo hablásteis?. - Hace dos o
tres días, normalmente me llama por la noche, está trabajando
mucho, es increíble las cosas que me cuenta, la isla está
completamente blindada con todas las seguridades, nadie puede entrar
ni salir por las medidas que han adoptado. - ¿Te ha dicho cuándo
regresa?. - No sabe, está deseando venir pero depende de su jefe,
por lo que se ve están allí familias de todos los países en unos
cursos o algo así, no me cuenta mucho en ese sentido, no debe estar
muy informado su trabajo es otro, me dice que en realidad ha
terminado, pero el regreso lo deben hacer en el avión privado de su
jefe. - ¿No hay ningún barco qué llegue a la isla?. - No debe
haberlo, me lo hubiera dicho. - Claro, dijo Franchesca, “si no
puede venir”. - Han sabido elegir bien el sitio para sus proyectos
desde luego, lejos de la civilización, (comentó Georges). - Por fin
María miró a Franchesca, quisiera contaros una cosa, no sabía
cómo hacerlo, pero Raúl me ha animado: tengo problemas con mi
madre. - ¿Qué clase de problemas?, preguntó Georges. - Está
violenta conmigo, me produce temor quedarme a solas con ella, no es
mi madre, ya no lo es. - ¿Ha llegado a maltratarte?, dijo
Franchesca. - Físicamente no, pero tiene una mirada: fría,
distante, da escalorfrios. - ¿Lo has comentado con Carlos?. - No, no
quiero que se preocupe. -¿Tienes qué hacerlo María, buscaría la forma
de venir?. - Pero, ¿y si no puede? va a estar preocupado hasta que
pueda regresar. - Buscará la manera. - Eso dice Raúl. - Pues claro,
de todas formas Carmen y yo te acompañaremos a casa todos los días
para que vea que no estás sola que tienes a tus amigas. - Carmen no
lo sabe, os lo he contado a Raúl y a vosotros hoy y porque me ha
pillado llorando. - ¿No quieres qué Carmen lo sepa?. - Sí, por
supuesto. - Entonces no te preocupes estamos contigo; si quieres
llamamos a Carmen y quedamos, ¿no es mañana cuándo tienes la tarde
libre?. - Sí, los lunes es cuando hay menos trabajo. - Pues eso,
cogió el móvil y marcó: - Hola Carmen, estoy con María y hemos
pensado quedar mañana por la tarde, ¿te viene bien?. - Estupendo,
estoy deseando tener una de nuestras charlas de amigas. - ¿Os parece
un baño en la piscina del hotel?, allí se está más fresquito y
más tranquilo que en la playa. - Muy buena idea, ¡oye!, ¿por qué
no comemos juntas y después el bañito?. - ¿Qué te parece María?,
- dijo Franchesca. - No sé, mi madre. - “Tu madre ya es
mayorcita”. - De acuerdo Carmen, entonces hasta mañana, a la una
en el hotel. - Gracias por escucharme, ahora os dejo, voy a seguir
con mi trabajo. - Animate y procura contárselo a Carlos, si hay
alguna problema me lo dices que procuraría hablar con él. - Lo haré
Georges, recogió las tazas del café y siguió con el trabajo. - No
sé por qué, me temía algo así. - Tú y tus intuiciones, comentó
Georges. - Qué cómo verás nunca me fallan.
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Georges
pensó que debía ponerse en contacto con su gendarmería en París y
contarle a su jefe lo que se imaginaba estaba pasando, nunca se
había creído que esas operaciones del Alzhéimer dieran buenos
resultados, eran contra natura, aunque la nanotecnología estaba
demostrando su viabilidad en otros campos de la genética, le costaba
admitirlo, claro qué él, no tenía una mente tan brillante como esos
científicos dedicados a la nanociencia, su mente era sobre todo:
practica, realista, necesitaba pruebas contundentes que demostrasen
certidumbre, era a lo que se dedicaba, aunque también era recelosa
como en los casos que ahora investigaba y llenaban su cabeza de ideas
tan dispares igual que ahora sentía; ¿si de alguna manera
pudiera ponerse en contacto con Carlos?, pensó llamarle a ver si
le contaba cuándo pensaba regresar, hablando, sería más
fácil que se explayara; mejor no, podía tener el teléfono
intervenido y no le convenía que saltara la liebre, hablaría con
su jefe a ver si ellos tenían noticias de lo que se cocía en esa
isla.
Hablo
con Pol, pero le dijo que no habían conseguido por ningún medio un
interlocutor que pudiera informarle. La Agencia no lo había
conseguido a pesar de haber puesto todos los medios a su alcance.
Tendría que esperar a que Carlos regresara, o en todo caso, a si
Franchesca lograra información de María... habían quedado y si había hablado con Carlos, de alguna manera
buscaría como regresar a Málaga; de momento no podía hacer nada
más que esperar acontecimientos.
Después
de la comida con sus amigas María estaba más animosa, durante unos
días procuró encontrarse lo menos posible con su madre, cuando se
levantaba ella ya no estaba en la casa y respiraba con alivio,
desayunaba un simple café y marchaba a su trabajo. Aquel día al
llegar Raúl le preguntó si se había puesto en contacto con Carlos,
le dijo que no había sido capaz, trataría de hacerlo aquella misma
noche. Raúl no quiso insistir, comprendía lo mal que lo estaba
pasando.
Cuando
llegó del trabajo pasada la una de la madrugada, su madre estaba en
su habitación durmiendo, o viendo la televisión; se armó de valor
y marcó el móvil de Carlos sin pararse a pensar la hora que sería
en la isla; el teléfono sonaba pero no tenía respuesta, ya iba a
colgar, cuando la voz de Carlos sonó en el micrófono: - Hola María
no esperaba tú llamada, ¿ocurre algo?; - no, nada, me moría de ganas
de hablar contigo. - Estoy muy preocupado, casi no me cuentas nada
sobre tú madre, siempre me dices que está bien, pero te noto fría,
distante y no es propio de ti, si tienes problemas dímelo y
trataremos de solucionarlos. - No es nada fácil, desde allí no
puedes ayudarme.- Cuéntame lo qué pasa, me estás alarmando. - No sé
cómo decirte esto, mi madre no es la misma desde la operación. - Eso
ya lo habíamos comentado y te dije de consultar con los doctores
pero tú no quisiste, ¿qué pasa ahora?, ¿está menos cariñosa?. -
Eso podría soportarlo, pero no es solo eso, por las mañanas sale de
casa muy temprano y no quiere decirme dónde va, el otro día traté de
hablar con ella y se puso agresiva conmigo, la estoy cogiendo miedo,
tiene una mirada fría y cuando lo hace sus ojos me matan con esa
mirada: no como, no duermo, se lo conté a Raúl un día que no podía
mas, y me aconsejó que te lo dijera, yo no quería porque ibas a
preocuparte y estando allí... - De momento hablaré con los
doctores, les contaré lo que pasa, ellos sabrán qué hacer, procura
calmarte, haré lo posible por regresar a casa, hablaré también con
don Doroteo a ver si tiene algún viaje y pueden llevarme en el
avión, es difícil salir de aquí con tantas medidas de seguridad
pero buscaré la forma, no quiero que estés sola más tiempo ya has
sufrido bastante y tengo muchas ganas de verte. - Yo también, no
puedes imaginarte cuánto. - ¿Se lo has contado a tus amigas?. - Sí,
estuvimos comiendo juntas y se lo conté, les pilló de sorpresa pero
ahora no me dejan sola me acompañan a todas partes y me siento más
segura, cuando me llevan a casa ella se muestra más amable, eso es
lo que más me inquieta, es cómo si tuviera dos caras, sabe hacerlo
muy bien, por eso me daba miedo contarlo por si no me creían y
además sentía que era hablar mal de mi madre. - No quiero que
pienses así, siempre has sido una hija cariñosa y la has ayudado en
todo, me alegro que tus amigas te acompañen, me dejas más
tranquilo. - Son estupendas y también Georges, se ofreció también
a ayudarme y me dijo que le gustaría hablar contigo, me preguntó
cuándo pensabas regresar y si necesitabas algo se lo dijeras. - Son
difíciles las comunicaciones al exterior, pero lo tendré en cuenta.
Cuídate mucho mi amor esto pasara pronto ya veras y nos casaremos
estarás en tu casa y tú madre que haga su vida si es eso lo qué
quiere, ahora está bien para irse donde quiera, así que piensa más
en ti, estoy deseando besarte, nos veremos muy pronto. - Yo también
Carlos, yo también, muchos besos. -
Estaba
dejando el teléfono encima de la mesa, cuando una voz a su espalda
la sobresaltó, se volvió asustada y allí estaba la figura de su
madre con esa mirada que la traspasaba. - Hola, pensaba qué dormías.
- Claro, aprovechas a hablar por teléfono cuándo crees qué no te
oigo, así puedes contar las cosas que te de la gana sobre mí. - No
es verdad, estaba hablando con Carlos, hacía muchas noches que no
hablábamos, y sí, me ha preguntado por ti, se interesa siempre por
tú salud, cosa que nunca agradeces, no te importa en absoluto que nos
preocupemos. - No quiero que nadie se preocupe. - Pero, cómo quieres
qué no me preocupe, soy tú hija, parece se te haya olvidado y
Carlos también lo hace, ahora me decía que deberíamos consultar a
los doctores si te sientes nerviosa, o si te duele la cabeza, quizá
necesites un cambio de medicación. - No necesito consultar con
ningún doctor estoy perfectamente. - Pero sería conveniente mamá
una nueva revisión de la operación que te hicieron, nunca se había
hecho y quizá por eso hayas cambiado tanto. - Son tonterías tuyas
no he cambiado en nada, déjame en paz y no te metas en mi vida. -
Dio media vuelta y dejó a María preguntándose si también la
espiaba, y si habría oído la conversación qué había mantenido con
Carlos; no quiso seguir pensando, marchó a su habitación y se tumbó
en la cama incapaz de nada más, estaba al límite de sus fuerzas.
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María
tenía razón, desde allí poco podía hacer para ayudarla, ahora
comprendía que estaba metido en un callejón sin salida, (nunca
mejor dicho), debía buscar una solución cuánto antes, quizá si
hablase con don Doroteo y le contase los problemas se mostrase
comprensivo y con esa excusa habría forma de salir de la isla;
mañana trataría de hablar con él y también con los doctores por
si hubiera una medicación alternativa a la que ahora tomaba que
cambiara esa actitud agresiva que tanto asustaba a María. De todas
formas pensaría en su primera idea, buscar la manera de ponerse en
contacto con el capitán del buque rompehielos, enterarse si
atracaría en la isla y cuándo, para poder fraguar un plan de
escape; si lo lograra podría contactar con Georges y pedirle ayuda,
desde su posición será más fácil y rápido llegar a Europa y
desde allí a España.
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Los
problemas de María con su madre iban en aumento, aquella noche la
oía en su habitación ir de un lado para otro sin importarle el
ruido que hacía, dando golpes a los muebles y yendo y viniendo por
la casa como un animal enjaulado; pensó salir de su habitación para
ver que la pasaba, pero el miedo la paralizó, tenía pavor a la
reacción de su madre y prefirió esperar, eran más o menos las seis
de la mañana cuando las idas y venidas cesaron, se sintió aliviada
pero ya no pudo dormir, la luz del día se filtraba a través de los
agujeros de la persiana, miró el reloj y casi era la hora de
levantarse, se tiró de la cama no fuera que ahora con la
tranquilidad después de toda la noche en vela el sueño la rindiera
y llegara tarde a su trabajo, pasó al baño a darse una ducha, pero
al llegar cerca de la habitación de su madre aguzó el oído, no oyó
ningún ruido y procurando no hacerlo, pasó a asearse. Cuando llegó
a su trabajo Raúl adivinó por su cara lo que la pasaba. - ¿Otra
noche sin dormir?, no puedes estar así. - Lo sé, a ver si Carlos ha
podido hablar con los doctores y le han dado alguna solución. - ¿Por
qué no vas a tú doctora y le cuentas lo que pasa, a lo mejor ella te
dice algún remedio?. - Me dirá qué son los doctores que la operaron
los que le cambien de medicación. - Bueno no lo sabes, y al menos te
aconsejará. - Sí, tienes razón. - Tomate la tarde libre a ver qué
te dice. - Gracias Raúl lo haré.
La
doctora la conocía de toda la vida y sabía la historia de su madre
pues la trataba antes de la operación, nunca pudo comprender que
diera resultados, por eso cuando María le contó el problema, en
cierto modo no se extrañó, le parecía lógico, al fin y al cabo,
le habían implantado un extraño en su cerebro y sus reacciones se
las inducía ese ser que no tenía nada que ver con su naturaleza. Yo
no puedo hacer nada, lo siento, lo tienes que consultar con los
doctores que la operaron, ellos pueden tener la solución, no me
atrevo a mandarle nada puede ser contraproducente.
María tenía esperanzas de que la doctora pudiera ayudarla pero
comprendió su respuesta y la hizo pensar lo que la dijo: – “la
han implantado un extraño en su cerebro” – ¡claro!, la doctora
tenía razón; en cierto modo la tranquilizó, no era la reacción de
su madre, porque ya, cómo tantas veces pensó, no lo era, estaba
influenciada por ese nanorobot que había cambiado su personalidad.
Rezó tanto para que su madre estuviera bien, y se había alegrado
tanto después de la operación porque había recuperado sus
recuerdos que, pensaba, recuperaría también sus sentimiento; pero
por desgracia no fue así, y las consecuencias habían sido muy
distintas, ese ser extraño como le dijo la doctora, había
suplantado su personalidad y su naturaleza: “pobre mamá”, ¿y si
ella se daba cuenta y también estaba sufriendo?, si así fuera, ¿qué
podía hacer para ayudarla?, sería más comprensiva con ella,
estudiaría sus reacciones, quizá le dieran la respuesta. Cuando iba
camino de su casa le pareció ver que su madre cruzaba la calle en
dirección opuesta y no lo pensó, la siguió a cierta distancia
procurando que no la viera, ¿dónde iría, siempre se lo preguntaba,
esas salidas todos los días algunos tan de mañana la intrigaban,
¿qué amistades tendría ahora?, sabía que no eran las vecinas o
conocidas de siempre las había preguntado, incluso a ellas también
las extrañó cuando se lo contó. Le pareció que dudaba si cruzar
de nuevo y se detuvo; vio que lo hacía y cruzó también, salió a
la avenida principal donde los grandes comercios se sucedían en las
dos aceras de la calle, pero no se detenía en ninguno de ellos,
parecía que aceleraba el paso y antes de que María pudiera
reaccionar, subió a un autobús en dirección a la playa, no podía
hacer nada había perdido la ocasión de saber dónde se dirigía,
iba a volver sobre sus pasos, cuándo llegó a la parada otro autobús
de la misma linea y se subió en el con un poco de suerte quizá la
viera; miraba por la ventanilla procurando atisbar entre las personas
que pasaban por la acera y tenía suerte; ya había perdido la
esperanza, cuando le pareció verla entre la gente que se dirigía
al paseo camino de la playa, con prisas y antes de que se cerraran
las puertas del autobús bajó de un salto y a punto estuvo de perder
el equilibrio; procuró no perderla de vista, eran más los que
salían al paseo de la playa que los que se dirigían a ella, la
tarde declinaba y volvían seguramente a sus casas después de un día
de baños y sol; en un momento la figura de su madre desapareció de
su vista, otra vez pensó que la había perdido, siguió por el paseo
con la esperanza de verla, casi había llegado a la zona donde
estaba el bar de Raúl y se dirigía hacia allí, cuando divisó a su
madre a la orilla del mar, se detuvo y la observó: paseaba por la playa, le pareció se quitaba los zapatos, dejarlos, y adentrarse
vestida en el agua, no podía creer lo que veían su ojos, ella
también se quitó las sandalias y corrió todo lo que podía con la dificultad que originaba la arena en su carrera para
llegar a la orilla, la reconoció porque su ropa flotaba en el agua
como si de unas alas se tratara y se adentraba cada vez más en el
mar; el corazón se le salia del pecho, no tanto por los esfuerzos de
la carrera, sino por la preocupación de ver que su madre se alejaba
cada vez más, su nombre quería salir de sus labios para llamarla, pero no parecía
poder pronunciarlo, por fin llegó a la orilla y sin pensarlo tiró
sus zapatillas y también ella se lanzó al mar detrás de su madre
procurando nadar lo más deprisa que le daban sus brazos y sus
piernas, precisamente fue su madre la que la enseñó a nadar y había
participado de niña en diferentes concurso y carreras en el
instituto con considerables premios que ahora le servían para tratar
de alcanzarla, estaba cerca de ella cuando la vio sumergirse, en unas
brazadas más la alcanzaría, se sumergió también logrando agarrar
su vestido y en un esfuerzo la cogió por uno de sus brazos, procuró
tirar de ella con todas sus fuerzas, pero no lo conseguía y la
arrastraba hacía el fondo; sus pulmones no aguantaban, tenía que
salir a respirar a la superficie, pero si lo hacía, no podría
salvar a su madre, ¿por qué su madre no respondía, sabía nadar
perfectamente?, hizo un último esfuerzo y procuró cogerle la
cabeza por detrás, pero su madre en vez de procurar ayudarla la
agarró del pelo y la sumergió con ella, María había perdido sus
fuerzas y sus pulmones al límite, no le permitieron seguir
aguantando la respiración y se dejó llevar. Su madre seguía
agarrando su cabello y arrastrándola inevitablemente sin que ella ya,
pudiera hacer nada para evitarlo. En esos seguramente segundos en
los que su mente estaba todavía lúcida, pensó en Carlos, si
hubiera podido llorar, lo hubiera hecho en ese su último
pensamiento.
La
gente se había arremolinado en la playa, alguien había llamado a
emergencias, pero cuando en el lugar se personó la guardia civil, ya
no se divisaban sus cuerpos; avisaron a una de las lanchas de auxilio
y rápidamente llegaron al lugar donde la gente comentó se las había
visto por última vez. Hasta la playa los curiosos seguían
acudiendo, y las sirenas de ambulancia y policía alertaban de que
algo estaba sucediendo; al chiringuito llegaron comentarios de que
alguien se había ahogado, pero Raúl no le dio mayor importancia, no
era extraño, pasaba a veces por las imprudencias de personas que no
tenían la precaución de no adentrarse en el mar, sobre todo cuando subía la
marea.
En
la barra del bar uno de los asiduos clientes hablaba con otro amigo y
le decía le había parecido conocer a una de las personas que creía
se habían ahogado; Raúl, que en ese momento atendía a otro
cliente, prestó oídos a lo que se estaba contando y le extrañó
oír era una de las camareras que trabajaba allí, su curiosidad
y su preocupación le hicieron preguntar al cliente si era verdad que
conocía a esa persona y si era una de sus camareras, cuando le
contestó que sí, no pudo por menos que pensar en María, era la que
faltaba, él le había dado la tarde libre, no podía ser,
rápidamente se quitó el delantal y corrió al lugar donde se
acumulaba la gente. La lancha motora de la guardia civil llegaba y
paraba en ese momento; la curiosidad de la gente aumentaba y los
comentarios crecían, decían que era una madre y una hija de allí
de Málaga muy conocidas, la desesperación y la ansiedad eran cada
vez más patentes en Raúl, se acercó a uno de los guardias que
procuraban mantener a la gente a raya y le dijo que creía conocer a
las personas que se habían ahogado que si le permitirían verlas
para cerciorarse, al principio le contestó que no, pero como Raúl
insistiera, se lo comentó a un compañero y haciéndole una señal
de que se acercara, lo hizo aunque sus piernas casi no le respondían;
cuando estuvo cerca de dónde se encontraban los cuerpos depositados
en ambas camillas y cubiertos por mantas de papel plateado, no
tenía fuerzas, estuvo a punto de caer cuando el agente levantó una de las esquinas y vio el rostro sin vida de María y a continuación el de su madre y pudo compreovar que eran ellas; al reconocer que las
conocía la guardia civil tomó sus datos y le comunicaron se
pondrían en contacto con el para hacerle algunas preguntas, les dijo estaba a su disposición y marchó de allí con el corazón
destrozado pensando que María que le había confesado unos días antes que tenía
miedo de su madre, no se había equivocado. Tenía que llamar a
Carlos y contárselo pero no sabía cómo.
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