CUENTO - EN MI RINCÓN
CUENTO - EN MI RINCÓN
En
un rincón de mi habitación, guardo el confinamiento al que estamos
sometidos por este virus carcelero, peligroso y violento, que ha
acabado con miles de vidas de personas a las que no debería haber
llegado su hora, ha mostrado su cara de vil asesino, que no tiene en
cuenta, a quien ataca, a quien hiere, a quien destruye.
Me estoy
acostumbrando a esta pasividad, en este rincón, en mi espacio
amable, a la luz que entra por la ventana y me acompaña, a mis
cortinas de flores, a mi cómoda silla, a mi mesita velador, a mi
costurero, que he desempolvado para coser mascarillas hasta que ha
habido en las farmacias, a mi lectura cuando el aburrimiento de la
televisión se hace insoportable, aprendiendo a utilizar el móvil al
que nunca he tenido ninguna simpatía, pero ahora, a ratos me
acompaña, es su compañía, la de los vídeos que me mandan las
amigas, mi hermano, mi cuñada, verdaderamente algunos con música e
imágenes maravillosas, otros, con deseos florales y poemas
deseándote buenos días, o buenas noches; no pensé que estar
condenada a este rincón de mi habitación, pudiera sacar de mí
cosas positivas, no me ha costado nada el no poder salir a la calle,
es más, me causa una inseguridad difícil de explicar, tienes que
mantener la distancia con otras personas, porque pueden contagiarte,
lo haces con precaución porque piensas que tú, también puedes
contagiar, seguramente ellos piensan exactamente igual, si ves a una
vecina no te paras a hablar demasiado porque no es cómodo en la
distancia, entonces piensas, no puedo salir a andar con las amigas y
no me apetece salir sola, es lo que más echo de menos, las risas que
nos echábamos, las bromas, los chascarrillos, los recuerdos que
compartíamos, a esta hora de la vida, en estos momentos de la
verdadera mayoría de edad, es cuándo, a pesar de ciertos problemas de
salud, estás en paz contigo misma: has vivido, has amado, has
luchado por la familia y por tantas otras cosas que, en esa mayoría
de edad la vida, también, te ha ido quitando, pero pese a eso, has
logrado la tranquilidad interior que te da el creer, que siempre has
obrado bien en esa vida que te toco vivir, la has plantado cara y
tendrás que seguir haciéndolo; ¿cuándo habrá descanso, sosiego?,
recuerdo a mi abuela Eulalia sentada en su silla baja de anea con su
aguja de ganchillo tejiendo sus maravillosas obras de arte, "porque lo
eran", y (que muchas conservo todavía), cuya vida fue mucho más
dura que la mía en todos los sentidos, pero en esa soledad que
normalmente acompaña a las personas de determinada edad, se la veía
tranquila, sosegada, con esa paz que antecede al final, pero con la
seguridad de haber cumplido con sacrificio y amor su destino.
Esa
sensación tengo yo ahora, parece que estás en esa espera, en esa antesala, este
virus te ha puesto delante de tu cara, lo que puede suceder, lo que a
pesar de la edad no quieres ver, pero que en esta ocasión te obliga
a que lo pienses, a que lo veas, casi, a que lo admitas, pero esa
esperanza de superación imnata en el ser humano de lucha contra la
adversidad te da fuerza para superarlo, puede que tengamos que
acostumbrarnos a vivir con ello durante algún tiempo, pero lo
haremos, cómo hemos hecho con todos los reveses que todos hemos tenido
en la vida de cada uno, y quiero terminar como empecé mi relato, en
ese luminoso rincón, con las pequeñas cosas que me acompañan, los
deseos de feliz día y los vídeos maravillosos de mis amigas, y pasar
así, los días de este confinamiento, sacando de mis recuerdos, las
cosas más positivas de la vida.
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