EL MISTERIOSO NIÑO DE OJOS RASGADOS - CAPITULO- XVIII

EL MISTERIOSO NIÑO DE OJOS RASGADOS




CAPITULO XVIII



Llegó la hora de partir en el avión privado que OSEIA ponía a disposición del grupo de personas especialistas en construcción de puentes y plataformas de alta seguridad, que ya se habían construido en la isla, pero querían la opinión de expertos europeos y también la revisión de la tecnología empleada para qué no hubiera fallos y pudieran convivir un determinado número de personas y familias que la organización había seleccionado dentro de su proyecto experimental en inteligencia artificial que se estaba llevando a cabo especialmente en Hiunskaido, por Simussi y Assimoto; les acompañaban también: un equipo médico, un reportero que colaboraría en la publicación de los avances tecnológicos, y el presidente don Doroteo, David, Carlos, María y naturalmente su madre.

Aterrizaron en el pequeño aeropuerto de la isla Hiunskaido, la más alejada de Japón, situada en el mar de Ojostk, cerca de la Península de Kizmehatka (Rusia); como todo el Japón de origen volcánico, pero contraria a la mayoría de sus islas, de grandes llanuras y bosques, con árboles centenarios, variedades de robles de hoja perenne, alcanfor y matorrales como el acebo y las camelias silvestres.

Esta isla no fue elegida por casualidad sino porque su superficie era ideal para los proyectos que ya se estaban realizando y construyendo: casas familiares, colegios, y toda las infraestructura de lo que sería una gran ciudad moderna de grandes avenidas elevadas para favorecer la vida de las personas y su convivencia sin alterar su ritmo tranquilo, y donde sus grandes parques y jardines contribuirían a la relación natural y cordial de sus gentes, en ese proyecto de Ingeniería genética, e inteligencia artificial, en el que estaban inmersos.

En el aeropuerto les estaban esperando los coches y la ambulancia que los trasladarían al gran hotel ya construido del mismo nombre de la isla, a la delegación con don Doroteo al frente y a Carlos, María y su madre, al hospital donde les esperaba un equipo médico que se hizo cargo inmediatamente de la enferma.

Los doctores que salieron a recibirles, les pidieron les acompañaran y los llevaron a una sala provista de grandes sillones y una mesa central oval provista de ordenadores y micrófonos preparada para dar conferencias; les explicaron las pruebas a las que sería sometida y si eran satisfactorias se procedería a la operación. -

María preguntó si podía quedarse con ella nunca se habían separado y seguramente se asustaría al verse sola en un sitio desconocido. - Uno de los doctores la tranquilizó diciéndola, que nunca estaría sola, estará acompañada de su robot enfermera particular pendiente siempre de sus constantes vitales que vigilará con la ayuda de nanorobots que estudiarán en cada momento los cambios que se producen en su cerebro controlando sus sueños y buscando esas lagunas mentales producidas por el Alzhéimer; pero le aseguro que la medicina que la habían administrado la haría dormir plácidamente toda la noche, pueden pasarse mañana a verla, pregunten por mí, yo les acompañaré.

Cuando salían del hospital un robot les estaba esperando, seré su acompañante para todo lo que necesiten, abrió con educación la puerta del vehículo para que se acomodasen y sentándose en el asiento del conductor puso el coche en marcha camino del hotel Hiunskaido.

Les acompañó al mostrador de recepción; al decir sus nombres les preguntaron si querían dos habitaciones, María miró a Carlos, - no quiero estar sola esta noche me encuentro fuera de lugar y un poco asustada; comprendiendo sus miedos, pidió una habitación doble, les dieron la llave y les indicaron que David les estaba esperando en el bar-restaurante.

El robot les guió hasta el bar; Carlos enseguida vio a David y miró de no muy buena manera a su acompañante pensando si no les iba a dejar en paz; como si lo hubiese adivinado, hizo una pequeña reverencia y dándoles las buenas noches se retiró no sin antes decirles: - mañana les estaré esperando en recepción, llamen si me necesitan. - Gracias, dijo María con una sincera sonrisa y luego añadió, todo está tan controlado que me produce escalorfrios, ¿no piensas igual?. - Antes que Carlos pudiera contestar, llegó David. -

- Bueno qué os parece, yo estoy maravillado, todo controlado y con una amabilidad y una cortesía propia de los japoneses, siempre lo había escuchado, pero no pensaba que fuera tan real; por lo qué veo no habéis subido a vuestra habitación; os da tiempo a cambiaros, en media hora don Doroteo y todos los demás llegaran para la cena, os esperamos en el restaurante, no os retraséis, ya tendremos tiempo de descansar, el jefe ha dicho, tenemos la mañana libre, nos enseñará la isla para que todos nos hagamos una idea del trabajo que vamos a realizar, sobre todo tú Carlos, tienes que conocer al equipo que te tiene preparado, ya te lo comentará. -

Al día siguiente y a la hora convenida salieron del hotel acompañados de cuatro robots; el sol lucia y daba a la mañana una claridad especial, una luz amarillenta y suave como su temperatura, por algo llamaban a Japón, “el País del Sol Naciente”; los robots les indicaron tenían que coger un elevador que les llevaría al nivel más alto, y a un tren articulado completamente transparente y libre de asientos para poder contemplar en cada momento y desde esa altura, los tres niveles inferiores: en el primero, amplias avenidas por las que circulaban coches eléctricos en cuatro direcciones, dos de ida y dos de vuelta, a la misma velocidad y a la misma distancia unos de otros, de tal manera que fuera imposible un choque, un accidente; quedaron maravillados por esta perceptiva.

El tren hizo varias paradas en plataformas cubiertas desde donde se veían las casas familiares, pequeños chalet de dos plantas con un jardín alrededor, todas iguales, solo se diferenciaban en el color de sus ventanas, puertas y lo más curioso, sus chimeneas; cada cuatro chalet una calle que los separaba, y que diferenciaba también, los árboles de sus orillas por el distinto colorido de sus hojas que daban el nombre a cada calle: (calle del cedro rojo, o calle del roble amarillo...); todas peatonales, los coches estaban en los niveles altos a los que se accedía por los elevadores y según llegaban ocupaban el vehículo que podían poner en funcionamiento siempre respetando las distancias; si por alguna razón se averiaba, había grúas móviles y un carril para cualquier servicio necesario, por el qué también reponían rápidamente el coche averiado.

Nada era privado, las casas, los colegios, los coches, el hospital, todo salía de los impuestos, los sueldos eran elevados, el trabajo no faltaba, porque las infraestructuras soportaban todos los proyectos que se realizaban en la ciudad con el dinero de todos y con la solidaridad del que más tenía que sabía contribuía al bienestar general y por descontado al suyo propio; contaban también con la subvención que laboratorios y grandes empresas donaban a cambio de la información de los experimentos, tanto en genética, como en aparatos en alta tecnología empleados en sanidad y en medicina alternativa.

- Cómo veréis todo está pensado y calculado al máximo para que las personas qué vivan aquí gocen de seguridad en una ciudad que puede convertirse en experimental para futuras generaciones en las qué su perspectiva de las cosas y la solución a sus problemas no pase por violentos y trágicos conflictos que conducen a la degeneración del ser humano; - don Doroteo les explicaba con satisfacción aunque sin dar demasiadas referencias a lo que en sí era el proyecto que se estaba llevando a cabo por los científicos Simussi y Assimoto y su equipo de doctores, como se había visto en los vídeos en la Convención de Marsella
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- Carlos, hizo una reflexión a don Doroteo, (más que una reflexión, una pregunta); - visto desde esta altura y desde mi forma de ver la realidad, faltan conceptos, como la libertad en el proceder de esas personas, a los qué, primando la seguridad y el confor, se las está privando de tomar sus propias decisiones y de equivocarse, así ha sido a través de los tiempos y creo qué así ha de ser. -
 
- Miralo desde otro punto de vista: la gente está cansada de tanta violencia, de tantas guerras y de tanto terrorismo, necesita seguridad, necesita saber qué sus hijos van a vivir una vida digna, feliz, que su trabajo, tendrá recompensa, no necesitarán demasiado dinero para su supervivencia, puesto que sus recursos están garantizados: hogar, coche, sanidad, educación…, en definitiva lo primordial para su vida. - Si a la gente se la da a elegir, - dijo don Doroteo: - estoy seguro, escogería esta realidad, no te quepa la menor duda, y tú has venido también para eso, garantizar que esa vida sea posible con tú trabajo, la organización tiene la esperanza, que desarrollando el proyecto en esta isla, culmine sus expectativas de una ciudad futurista y acogedora. -

- Mañana tendremos la reunión, quiero estar presente cuando les expliques en qué consiste el sistema qué has ideado para la construcción de la cúpula que cubrirá la ciudad y la aísle de vientos huracanados, terremotos y posibles sunamis, además de invasiones de virus, bacterias, incluso otro tipo de invasión más alarmante, la violencia del ser humano. -

Carlos, estaba orgulloso de su proyecto, esa cúpula era una garantía como decía don Doroteo de seguridad en todos esos casos y seguramente en muchos más; experimentos con materiales conocidos, pero que nunca se habían empleado en procesos industriales, ni de construcción y de cristales altamente resistentes, combinando compuestos obtenidos por solidificación de líquidos de fibras de plástico, en potentes hornos de fundición, para potenciar aleaciones, que serían importantes para muchas aplicaciones industriales.

Don Doroteo dio por terminada la visita y regresaron al hotel; durante la comida, los comentarios se concentraron en lo que habían visto y parecían entusiasmados, solo Carlos hizo alguna observación referente a la utilización de los coches eléctricos sobre raíles, creo se podría encontrar una solución mejor y no se perdería tiempo en la retirada del vehículo durante la avería.

Uno de los ingenieros rusos, Andriew Bostof, estuvo de acuerdo con él. - Tienes mucha razón, creando una rampa deslizante y conductora de electricidad, serviría. -

- Naturalmente dijo Carlos, en eso estaba pensando, y así los coches funcionarían, sin necesidad de estar parados o desocupados. -

- No me he equivocado al elegir el equipo. En la reunión, debeís exponer todas vuestras conclusiones sobre lo que observeís en la visita para mejorar sus infraestructuras. -



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La operación de la madre de María se realizó dos días después sin ningún problema aparente, los doctores les dijeron, tendría que estar sedada y aislada durante varios días, para qué el ordenador del pequeño nanorobot hiciera su trabajo y el sistema neurovegetativo y nervioso de su cerebro, admitiera las ordenes del microchip y las reprodujera como estaba previsto.

María, se encontraba sola en aquel país extraño, Carlos estaba inmerso en su trabajo y no podía estar con ella, había tenido que realizar un viaje a Rusia donde podían construir parte de la cúpula y no tuvo otro remedio que marchar, tenía que aprovechar todo lo posible los días de su estancia en la isla como se había programado.

Aunque estaba acompañada siempre por el robot que le habían asignado atento a lo que pudiera necesitar, la preocupación por su madre y aquella situación la desconcertaba, podía ver a su madre en aquella habitación acristalada metida en aquella burbuja, completamente dormida, pero no la tranquilizaba, quería estar con ella, coger su mano como hacía en los días en los que su enfermedad la sumían en una ansiedad que solo ella sabía calmar con sus caricias y cuidados, esperaba que ese aislamiento pasase pronto y pudieran hablar como se suponía que pasaría después de la operación a la que había sido sometida.

Carlos, la llamó. En esos momentos estaba en su habitación y miraba por la ventana aquel sol amarillento que no se parecía en nada a su sol de Málaga, a su calor bochornoso, pegadizo, no era el calor de aquella isla, a la misma temperatura, nunca superior a los veinte grados qué, más que calentar, te destemplaba; comprendía qué esa debía ser la razón, por la que la gente de aquel país era tan distante, tan tranquila, al menos, eso era lo que aparentaba. El móvil sonaba, lo cogió rápidamente y al oír aquella voz que tanto amaba, se le saltaron las lágrimas. Carlos notó su angustia y le preguntó: - si pasaba algo, si su madre estaba bien. - Controló su llanto y le respondió: que la había dejado hacía una media hora dormida, los médicos le dijeron que era normal, que necesitaba estar sedada, tranquila, pero a ella le parecía tan frágil, que no podía remediar estar angustiada. - Necesitaba hablar contigo, abrazarte, te echo tanto de menos…, me encuentro tan sola sin ti, ¿cuándo regresas?. -

- Yo también te echo mucho de menos María, lamento no estar a tú lado, tendré que estar todavía unos días, el horno de fundición de aquí en Siberia, especializado en estas aleaciones experimentales, están comprobando si tienen la resistencia que se espera para llevar a cabo la construcción de las partes acristaladas de la cúpula y su posterior ensamblaje; espero estar de regreso antes de una semana, procura disfrutar de la tranquilidad del entorno, sabes que en Málaga te espera tú trabajo y los cuidados a tú madre, ojalá se recupere totalmente y podamos casarnos lo más pronto posible, lo estoy deseando. -

- Yo también Carlos, pero ahora lo qué me preocupa es su recuperación. - Lo comprendo cariño, ten confianza. -

- He de contarte algo que me ha pasado esta mañana. Me levanté muy temprano porque no podía dormir, me apetecía dar un paseo antes de ir a ver a mi madre y no llame a mi acompañante; salí del hotel y me encaminé a través del paseo por el parque como hacemos cuando venimos de verla, llegué al hospital y no vi a mi guía, subí en el ascensor, y seguí por uno de los pasillos, me despisté, y no encontré a nadie para poder preguntar, pensé dar media vuelta, pero me pudo la curiosidad, al final se veían unas puertas de cristal, se abrieron a mi paso y me encontré en una gran sala, y..., lo que descubrí, me heló la sangre: a cada lado y uno junto a otro con una separación de unos dos metros, varias filas de lo que parecían ser sarcófagos acristalados y en su interior, hombres y mujeres qué parecían: dormidos, sedados, o lo peor...muertos, al menos, fue la impresión qué me dio; quedé completamente quieta, cómo si estuviera anclada al suelo sin poder moverme, me pareció qué la puerta se cerraba; no sé, de dónde saqué las fuerzas y conseguí qué antes que se cerrara del todo, salir de allí, aunque tuve que hacer un gran esfuerzo, uno de mis hombros quedó atorado en la corredera y me costó zafarme; mi impresión fue tan grande, que corrí lo más qué pude por aquel pasillo interminable, en el suelo una flecha iluminada marcaba la salida, la seguí, daba a la zona de ascensores, bajé sin que nadie me viera y salí a la calle por distinta puerta en un lateral, doblé la esquina del edificio, y por fin vi la entrada principal por la que pasamos siempre; conseguí tranquilizarme en parte, por lo menos sabía donde me encontraba; paseé por el parque y cuándo me tranquilicé, subí a la habitación del hotel. -

- ¿Dices qué entraste en una sala dónde viste personas dentro de ataudes de cristal, y te pareció qué estaban muertas?. - Si Carlos, es una habitación enorme, lo qué no puedo decirte, si todos estaban ocupados, si están sedados como lo está ahora mi madre, o si están muertos; sentí tanto miedo, que solo pensaba en salir de allí. - María estás segura de lo qué dices, ¿no serán robot de última generación, qué por lo qué sea, los tengan en cajas de cristal y te hayan parecido personas?. - Yo sé lo qué he visto, estuve muy cerca de dos de ellas, y me pareció qué había más mujeres que hombres, me produjo verdadero terror, ya lo hablaremos, ahora debo ir al hospital se está haciendo tarde y no quiero contar a nadie lo que he visto, tú tampoco debes decir nada, prometelo. - Descuida cariño, procura tranquilizarte y llama a tú robot que te estará esperando, verás como hoy te dan buenas noticias, llámame si ocurre y no pienses cosas raras, muchos besos María. - Para ti también Carlos, ven pronto.

Presionó el botón en su móvil que le comunicaba con el robot guía y cuando salió del ascensor la estaba esperando. - Buenos días, perdón me he retrasado. - No se preocupe señorita María, ¿le apetece caminar, o cogemos el coche?. - Prefiero ir al hospital en el coche, estoy un poco cansada, no he dormido muy bien. - Comprendo, la preocupa la salud de su madre pero seguro le informarán. - Eso espero; estoy deseando que me dejen pasar a verla, ¿sabes tú algo?. - No señorita, solo soy su acompañante, esta prohibido dar información si no eres de la familia. - Claro, claro es lógico, gracias de todos modos. -

Siguieron por el largo corredor con puertas a los dos lados, hasta la habitación que ocupaba su madre; el robot se quedó esperándola. María no podía  reprimir el temor que siempre la embargaba al entrar, una parte acristalada le permitía verla sin ningún contacto, ni siquiera podía aproximarse; pero le esperaba una sorpresa, su madre ya no estaba en aquella burbuja llena de aparatos. En la cama, cubierta por una manta blanca con los brazos por encima del embozo, parecía dormida, tranquila. Sin poder dominar su emoción, rompió a llorar; necesitaba la presencia de Carlos en aquellos momentos; estaba con esos pensamientos cuando entró la doctora que la había atendido todos los días después de la operación. - Buenos días doctora, - ¿qué tal está mi madre?, - veo que ya no está aislada, - ¿quiere eso decir qué está mejor?, - ¿qué ha pasado el peligro?. - Quiere decir que su cuerpo ha reaccionado bien, que no ha habido complicaciones, ni rechazo; ahora, hay que esperar a qué despierte, y si todo va cómo esperamos, lo hará en días, o en horas, depende de cada enfermo, tenga en cuenta que su cerebro debe asimilar toda la información del nanorobot que se le ha implantado. - ¿No puedo entrar un momento y besarla, quizá ella lo perciba y sea bueno para su recuperación?. - No es conveniente, hay que dejarla despierte por sus propios medios, con tranquilidad, es más, no podrá verla hasta que ocurra, las emociones no son buenas en estos momentos, hasta que no asuma que és ella otra vez, si la ve, será un choque muy fuerte, tenga un poco de paciencia, la recuperación está siendo muy rápida, es mejor que vuelva al hotel, ya la avisaremos cuándo suceda.

María subió al coche en silencio, cuando el robot vio que estaba acomodada en el asiento, lo puso en marcha y en pocos minutos llegaron al hotel. La misma actitud educada del robot al abrir la puerta para que saliera del coche, la acompañó hasta la habitación y la preguntó, cuándo quería qué la recogiera para dar un paseo, o cualquier otra cosa qué quisiera hacer.

- Seguramente hoy no te necesite, comeré en el hotel o pediré que me suban algo a mi habitación, quiero descansar, he tenido una emoción muy fuerte y en este momento no tengo ánimos para nada, si te necesito te llamaré, muchas gracias. - Estoy para lo que pueda necesitar, sabe que puede llamarme a cualquier hora. -

Cerró la puerta y se tumbo en la cama, ni siquiera pudo llorar, solo sabía que estaba lejos de su tierra, de sus amigos, pensó en su jefe Raúl, eran ya muchos los días que faltaba a su trabajo y aunque la dijo que no se preocupara, que lo importante era la recuperación de su madre, no podía pensar en otra cosa, y en todas las personas a las que quería: en Sirio, en Adrián, en Daniel, en los niños de Raúl, echaba de menos sus juegos, sus risas, y comprendía a Carlos, Sirio era especial, ya formaba parte de sus vidas; con esos pensamientos y la emoción que la atenazaba, cerró los ojos y el sueño por fin, la venció.



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