EL MISTERIOSO NIÑO DE OJOS RASGADOS - CAPITULO XII -







EL MISTERIOSO NIÑO DE OJOS RASGADOS
 


CAPITULO XII
 


El comisario Pol tenía todo el papeleo preparado. - Te harás pasar por agente de movilidad perteneciente a las Naciones Unidas y colaborador francés para qué lo que investigues, no llame mucho la atención y puedas preguntar sobre migración y control de fronteras; de todas formas se sutil, que se confíen, sobre todo, la familia en cuestión que nos interesa para sacar el hilo del que tirar. - De acuerdo jefe, procuraré ser condescendiente, - bien, bien, pero no demasiado, ya me comprendes, - sí perfectamente. - Irás en avión hasta Madrid y de allí en ave hasta Málaga, aquí están los pasajes, buen viaje y buena suerte. - Gracias Pol, hasta la vuelta. - Ya sabes, manda informes cada tres, o cuatro días. - Georges, hizo un saludo militar y salió del despacho.

Estaba de buen humor, no hubiese imaginado que lo que empezó como un contratiempo, se convertiría en un viaje imprevisto y feliz, así se lo había hecho entender la mujer que amaba, era muy inteligente, sabía sacar partido de todas las dificultades y convertirlas en algo asumible y provechoso para sus intereses, estaba seguro le ayudaría allí en Málaga; además era una gran periodista con un olfato privilegiado para detectar por dónde empezar a buscar y a preguntar, y encontrar la exclusiva periodística que interesaba.

Llegó al apartamento eufórico, Franchesca también estaba feliz, le recibió con un beso y en su mano dos billetes de avión y del ave, tren que te ponía de Madrid a Málaga en menos de dos horas; - mira Georgi mis billetes, asiento al lado del tuyo, tanto en el avión, como en el tren, siempre es bueno tener amigas, las periodistas a veces, somos más importantes que la policía.

Llegaron al aeropuerto de Barajas a media mañana, tenían la tarde para ver Madrid, no era mucho el tiempo con el que contaban; la ciudad, además de ser la capital, es visitada por miles de turistas, sus monumentos, sus importantes museos, su centro histórico y sobre todo ese aire cosmopolita, e integrador de ciudad acogedora conocida en todo el mundo. Franchesca tenía pensado hacer ese viaje en muchas ocasiones, pero no esperaba hacerlo en estas circunstancias; sería corta la estancia, pero la harían en otra ocasión con más calma,  quizá pudieran hacer alguna escapada de fin de semana, estando en España, sería más fácil.

Pasearon por el centro de la ciudad, salieron a la Plaza de Oriente, admiraron el Palacio Real y la Catedral de la Almudena, cenaron en un pequeño restaurante de la Plaza Mayor; hacía una noche cálida, invitaba a pasear y habían descansado algo durante la cena, querían aprovechar al máximo, les indicaron  podían salir a la Puerta del Sol y bajar por la calle Alcalá, la más popular de la Capital, que les llevaría a la famosa Plaza de Cibeles y siguiendo por el Paseo del Prado, hasta la Plaza de Neptuno, donde estaba su hotel.

El paseo les había dejado extenuados, pero no les importó, fue realmente interesante, los magníficos edificios hacían que la ciudad luciera en todo su esplendor y dejaba a los visitantes con ganas de volver.

Llegaron a Málaga en menos de dos horas, el ave además de rápido era un tren cómodo, cogieron un taxi que les llevó al hotel de cuatro estrellas que Franchesca había reservado cerca de la playa; se había propuesto que su piel tuviera ese tono bronceado que tanto le gustaba y lucir los vikinis que compró en París y ver la cara que ponía Georges.

Deshicieron las maletas, se asearon, se cambiaron y bajaron al comedor; desde allí se veía el Mediterráneo: sus aguas en calma, dejaban una estela de espuma blanca en la arena de la playa; los ojos de Franchesca, parecían hipnotizados mirando la inmensidad azul; Georges sonreía al ver su cara de felicidad, nunca hubiera pensado, le hiciera tanta ilusión ver el mar. La camarera les sacó de aquel mutismo; - perdón, ¿qué van a tomar?. -

Traiga una botella de un buen vino de la tierra, mientras miramos la carta y decidimos, o mejor, ¿qué nos aconseja?, - verán: la variedad de arroces, o pescados a la plancha en cuna de verduras acompañamos con lo más típico de aquí, salmorejo, a no ser, que prefieran carnes. - No, no continúe, dijo Franchesca: - me apetece un arroz abanda y pez espada a la plancha con ese salmo…, ¿cómo le ha llamado?, - salmorejo, - bien, pues eso; - y ¿usted?, - lo mismo, y de postre, tarta de queso con franbuesas, - ¿también para los dos?. - Sí, para los dos. Cuando marchó la camarera, Franchesca le dijo: - Georgi, ¿decides por los dos?, - ¿a qué te refieres?, si he pedido lo mismo que tú, - me refiero a la tarta; los dos se echaron a reír. -

Mientras tomaban el café, Georges comentó: - tenemos que pensar, cuales van a ser los primeros pasos que demos; investigar a la familia en cuestión es primordial, dónde viven, el trabajo qué realizan, no quisiera ir a la policía y darme a conocer tan pronto, habrá algúna forma de enterarse por otros medios. - No te preocupes, mi amiga Elisabet tiene en el periódico de Málaga una amiga que nos ayudará, me dijo era de confianza, la conoció cuando vino hace unos años a veranear y desde entonces, siempre que viene se aloja en su casa, me dió el teléfono para que contacte con ella. - Definitivamente, eres mi “ángel salvador” y la besó en los labios. - Voy a llamarla, si hay suerte, quizá podamos quedar con ella esta tarde. -

Marcó el número que le había dado Elisabet, alguien descolgó. - ¿Dígame? . - ¿Por favor Carmen?. - Sí, ¿quién és?. - Verá, me llamo Franchesca, nuestra amiga en común Elisabet, me dio su número por si me puede ayudar; soy periodista del periódico Legardé y busco a unas personas, concretamente a una familia que tiene dos niños y adoptado a otro, creo que apareció solo en la playa, me interesa su historia, ¿sabe algo del caso?. - Sí, algo publicamos en mi periódico, pero no se volvió a hablar de ello. -

- ¿Podemos vernos Carmen?, así nos conocemos y me cuenta lo que sepa, mi periódico me ha mandado hacer un reportaje, le interesa el caso de estos niños que llegan en pateras y que nadie los reclama; me haría un gran favor, no conozco a gente aquí en Málaga, por eso Elisabet me habló de tí. - De acuerdo, ¿Franchesca verdad?. - Sí, ¿no te importa qué esté mi novio?, hemos aprovechado la luna de miel. - No, claro que no. - ¿Puedes venir al hotel Málaga Plaza?, te esperamos a eso de las seis en la cafetería, pregunta por mí; perdona ¿te viene bien a esa hora?. - Sí, no te preocupes allí estaré. -

- Bueno Georgi, quizá tengamos buenas noticias. -

La cogió por la cintura; - así, que de luna de miel, ¿por qué no le cuentas también lo que hicimos anoche?, - ella se echó a reír. - Pues a lo mejor se lo cuento, - ¿serías capaz?, - tonto, eso es alto secreto, solo entre tú y yo; ¿por qué no subimos y descansamos un rato?, ya no tenemos tiempo de ir a la playa y hasta las seis… - Que sabia eres, no te merezco.

A la seis menos unos minutos estaban en la cafetería; sus ventanales daban a un amplio jardín que rodeaba la piscina, se sentaron en una mesa en el interior por el bullicio que había fuera, no querían subir el tono de voz más de lo debido.

En ese momento entró en el local: una joven morena, alta, delgada, con estilo en el vestir y en el andar, el clásico "salero andaluz hecho mujer", pensó Georges.

Se dirigió a la mesa después de preguntar a un camarero; al ver que se acercaba se levantaron y preguntaron, ¿Carmen?.  -  ¿Tú debes ser Franchesca y?, - Georges, y le estrechó la mano; ellas se
saludaron con un beso en las mejillas. - ¿Qué quieres tomar?, - dijo Georges: - un refresco de cola, contestó ella. -

- ¿Cómo está mi amiga Elisabet?, hace meses que no nos vemos, seguramente vendrá unos días de vacaciones como todos los veranos. - ¿Qué es, lo que queréis saber?, ¿si puedo ayudaros?. -

- Seguro que puedes, le dijo Franchesca, me interesa averiguar, en que playa apareció ese niño de corta edad y quién lo encontró. -

- En algo si puedo ayudarte, tengo una amiga que trabaja precisamente en el chiringuito de la playa  donde se encontró a ese niño, se llama María, me contó que estuvo allí y desde entonces, creo que la gente va a ese bar, para ver al niño de los ojos rasgados, si quieres puedo llamarla o ir contigo donde trabaja y presentártela, es una chica muy simpática, seguro os cuenta lo que sepa. -

- Muchas gracias Carmen, nunca pensé que el primer día de llegar iba a conseguir información, no es corriente tener tanta suerte, ¿mañana por la mañana, podríamos ir a hablar con ella?. -

- Por la mañana me es imposible ... mi trabajo, salgo a las seis, si queréis, quedamos a esa hora en el paseo de la playa, es la más concurrida, pero creo que nos veremos. -

- De acuerdo Carmen, allí estaremos. -

- Que suerte hemos tenido Georgi, estoy que no me lo creo, pero ya tenemos el hilo del que tirar; no hay mejor cosa que tener amigas en todos sitios. -

Dieron un paseo por el centro de Málaga para conocer la ciudad, tenían tiempo, aunque no sabían cuanto, dependería de lo que pudieran averiguar, de momento la cosa iba bien habían tenido suerte de conocer a Carmen, por lo que les dijo, María conocía al niño que llamaban de los ojos rasgados y la playa donde le encontraron, Franchesca estaba deseando entrevistarse con ella y ver que les contaba.

Georges dejó a Franchesca en el hotel, debía presentarse en la comisaría central de Málaga, allí habían mandado sus credenciales y los datos que la INTERPOL quería se supieran de su persona y de su investigación.

Cuando llegó a comisaría, se presentó como agente especial de fronteras, mandado por la Agencia, para investigar el flujo de inmigrantes que llegaban en pateras atravesando el Mediterráneo, desde las costas de países en guerra, huyendo de los campos de refugiados, arriesgando el poco dinero que les quedaba y el bien más preciado del ser humano, sus vidas y las de sus familias.

El comisario jefe don Francisco, le recibió muy amablemente, poniéndose a su disposición para todo lo que necesitara; le ofreció que otro agente le acompañara ya que no conocía la ciudad; Georges se lo agradeció, y le dijo que, si lo necesitaba se lo diría, pero que él trabajaba solo; si le pidió le informara el nombre de la persona que encontró al niño en la playa, su declaración, las pateras que habían llegado esos días, los inmigrantes que salvamento marítimo había recogido en sus barcos, y los lugares de procedencia para llevar un control.

A don Francisco, no le gustó en absoluto, tener que dar todos esos datos, pero era un agente mandado por la INTERPOL y la cosa era seria cuando la Agencia francesa estaba investigando.
 
Georges llegó al hotel, subió a su habitación y allí estaba Franchesca, la mujer más bella del mundo, o al menos a él, se lo parecía. Tomando el sol, con solo la parte de abajo del bikini, los ojos cerrados, medio adormilada, y su rojiza melena esparcida por detrás del borde de la hamaca, parecía, una diosa nórdica.

La contempló en silencio, no quería romper el momento, ella no se había percatado de su llegada y él aprovechó para besarla con pasión. Se sentó a su lado y estuvieron así un largo rato, contemplando las aguas de aquel mar y sus olas, que esa noche, eran solo un murmullo.

A penas se habían dado cuenta como había pasado el día; fue un día intenso en todos los sentidos, en lo personal, por la felicidad que sentían, y en lo profesional, porque tenían las bases sólidas para emprender con éxito la investigación que les habían encomendado, a él, como agente policial de fronteras y a ella, como periodista de investigación para su periódico Legardé.

- Franchesca, no me apetece bajar a cenar, quisiera pasar al ordenador todo lo que hemos averiguado para que no se me olvide nada y mandárselo a mi jefe, así verá que no me duermo en los laureles, mejor dicho, que no nos dormimos, pero esto lo callaré; - eso Georgi, a ver si vas a meter la pata, - si, tienes razón, pero ahora me arrepiento de no haberle contado la verdad, no creo que le hubiese importado; - yo creo es mejor así, podría pensar que lo hacíamos por conveniencia y además, no te hará preguntas incomodas. - Seguramente estés acertada, pero ya sabes que no me gustan las mentiras, - no te alarmes, si llega el caso se lo cuentas, lo tendrás qué hacer, más tarde, o más temprano. -

- Por qué no llamas al restaurante y  nos suban de ese jamón y queso tan ricos que nos pusieron ayer y algo de fruta?, me apetece ponerme cómodo y pasar mis notas, mañana nos espera otro día apasionante.

- De acuerdo llamaré, a mi también me apetece cenar contigo en la intimidad y contemplar esa luna llena y su reflejo dorado. -

Georges se acercó a ella y la dijo: - ¿sabes qué estoy descubriendo en tí a una poetisa?, deberías dedicarte a escribir; anda, llama al restaurante, porque no respondo de mí.

Le miró picaramente y se dirigió a la habitación, para hacer la llamada.


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