EL VASO OLVIDADO

CUENTO


EI  VASO  OLVIDADO




En el alféizar de una ventana, un vaso de cristal se asomaba atisbando sin atreverse a mirar hacia abajo; estaba muy cerca del borde al precipicio desde un octavo piso en una de las ventanas, donde alguien lo dejó olvidado, no sabía desde cuanto tiempo.

Un velo de suciedad le cubría y en su base restos de un líquido pegajoso y marrón difícil de descifrar donde unas golosas moscas quedaron atrapadas por buscar comida y ya, no pudieron levantar el vuelo.

Las acompañaba insectos más pequeños y el ala de alguno más grande, que también habría pagado cara su osadía y pequeñas plumillas de las gaviotas que surcaban el cielo cerca de la costa.

Se preguntaba qué sería de él, si su dueña, o su dueño, no se percataban de que les faltaba un vaso en la cocina, pero por el tiempo que llevaba en esa situación, había perdido la esperanza.

De pronto, una gaviota se posó a su lado, al principio se alegró, por lo menos tenía compañía, pero el ave carroñera de un salto se subió a su borde y empezó a comerse las moscas y los demás insectos, picoteando sin parar el fondo del vaso; aguantaba los picotazos y el peso de aquel asqueroso pájaro, porque el liquido pegajoso que había portado en su interior, lo había pegado en el alféizar y esto le salvo de las rachas del viento fuerte que algunas veces se levantaba.

¿Quería decirle a aquel pájaro que se marchara?. - ¿Pero como?. - Era un ser inerte, sin voz, ni movimientos, temía que no podría soportar por más tiempo ese peso y pensó: que la única forma de sobrevivir, sería, que aquella gaviota lo despegara de su prisión y al alzar el vuelo, lo lanzará al vacío y al caer desde esa altura se haría añicos; era su solución, los vidrios se recogían y se reciclaban, quizá terminaría siendo otra vez: un vaso, o una copa, o se integraría en el cristal de una jarra, o incluso, en alguna figura más especial que un simple vaso.

Su predicción se cumplió, cuando el ave levantó el vuelo, desestabilizó aquel sucio y pegajoso vaso que al caer y chocar contra el suelo, se rompió en mil pedazos. Cuando lo recogieron fue llevado al contenedor de vidrio, y desde allí, a alguna fundición donde seguramente le darían, una nueva vida.

Aquella gaviota sin saberlo, había librado a aquel olvidado vaso, de ser mudo testigo del paso del tiempo.


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