Cuentos y relatos breves (.III) Publicado: "LA MARIPOSA ROJA"


LA MARIPOSA ROJA


Ana una niña de seis años estaba en su habitación haciendo los deberes en su cuaderno de pastas azules y flores rojas, copiaba de uno de los libros del colegio despacio, fijándose en cada palabra, sabía, como le decía su mamá, que tardaría menos si no se equivocaba, porque así, no tendría que repetir.

Leería un ratito de un libro de mucha fantasía que tanto le gustaba antes de cenar, tenía que acostarse pronto para por la mañana ir al cole.

Estaba terminando de escribir cuando se fijó que había algo en la ventana, parecía un bicho y al principio se asustó, pero cuando miró bien, vio que era una mariposa, se levantó con cuidado de la silla para no asustarla y se acercó a verla, era una mariposa preciosa la más bonita y más grande que nunca había visto, sus alas eran de color rojo brillante y tenía puntitos azul y violeta, su cabecita era blanca con antenas del mismo color. Como veía que la mariposa no se marchaba, se aproximó más al cristal para observarla, movía las antenas varias veces y luego paraba, así lo repitió un ratito.

Ana no creía lo que veía, parecía que quería pasar a su habitación, pero ella tenía prohibido abrir la ventana, entonces salió de su cuarto y llamó a su papá. - Papá ven por favor, hay una mariposa que quiere entrar por la ventana. - ¿Qué dices Ana, una mariposa aquí?. - Si papá ven, es como si quisiera pasar. - Bueno vamos a ver que has visto. - Entraron en el cuarto, pero la mariposa no estaba.

Aquí no hay nada en la ventana Ana te habrá parecido. - No papá de verdad había una mariposa, era grande con alas rojas con puntitos azules y violetas, las movía varias veces y luego paraba para volver a repetirlo, yo creo que quería decirme algo. -

Bueno Ana pues ya se ha ido. -

Que fastidio, a lo mejor no vuelve y si no vuelve tú no me creerás. -

Vamos es hora de cenar, ¿has terminado los deberes?. - Si papá, pero no me ha dado tiempo a leer, me he distraído con la mariposa. - Entonces ya sabes que mañana, tienes que leer un rato más ¿vale?. - Si papá vale. -

Cenaron y vieron un rato la tele, a su papá le gustaban las noticias, pero a ella no, todo eran cosas malas que pasaban.

Ana, dijo su papá, es hora de irse a dormir. -

Si papá, ¿irás a darme un beso de buenas noches?, - claro hija como siempre, ponte el pijama y lavate las manos y los dientes, ahora voy a darte un beso. -

Papá de verdad que he visto una mariposa, es que no te lo crees, piensas que me lo invento. - No Ana pero es muy difícil en esta época del año. - Bueno, pues yo, la he visto. No cierres la persiana lo mismo vuelve. - Es de noche cariño, buenas noches hija. - Buenas noches papá. -

La niña no quitaba la vista de la ventana, la luz de la Luna iluminaba su carita y sus ojos se cerraban sin poder evitarlo, trató de mantenerlos abiertos, pero al final el sueño la venció; sus pensamientos le mostraban la mariposa de vivos colores revoloteando por encima de su cama y posándose en su almohada como queriendo darle un beso, su aleteo acariciaba su carita y ella sonreía feliz.

Cuando despertó lo primero que hizo fue mirar por la ventana. Desilusionada salió de su habitación; su papá estaba en la cocina preparando el desayuno. - Buenos días papá. - Buenos días Ana, ¿has dormido bien?. - He soñado con la mariposa roja, revoloteaba por la cama, se acercó y me acarició la cara, fue muy divertido. - Ha sido un sueño cariño, te dormiste pensando en ella y se apareció en tus sueños. - A lo mejor viene otra vez esta tarde. - Es difícil hija, las mariposas vuelan muchos kilómetros y además algunas viven muy pocos días. - No papá ya verás como vuelve, me quiere y vendrá. -

Ana estuvo todo el día despistada en el colegio, su profesora se dio cuenta que no prestaba atención cuando precisamente era una niña que siempre estaba atenta a sus explicaciones, se acercó a su mesa y la preguntó: ¿te ocurre algo Ana?, no me estás escuchando.

No es nada profe, ayer cuando estaba haciendo los deberes se posó en mi ventana una mariposa preciosa, estuvo un rato moviendo las alas, y creo que quería decirme algo, pero luego se marchó y no ha vuelto y yo quiero que vuelva. Soñé con ella y en mi sueño me acarició la cara. -

Verás Ana a veces la imaginación nos juega malas pasadas y creemos ver cosas aunque no estén, es como la magia; los magos sacan de su sombrero palomas y conejitos, pero tiene truco y seguramente eso te ha pasado a ti. - No, no es magia seño ni mi imaginación, y esta tarde cuando vuelva se lo demostraré a papá que tampoco me cree. - Bueno Ana espero que tengas razón, pero no dejes de hacer la tarea ya sabes que es importante. -

Si profe hoy la haré antes, para cuando venga la mariposa poder jugar con ella. A mi mamá le gustaban mucho las mariposas siempre las dibujaba, una era igual que la que se posó en mi ventana, igualita, ¿y si ha sido mi mamá quien la manda desde el jardín del cielo para que no esté triste?; mi papá no me lo dice, pero sé que él también lo está, y si viera a la mariposa se pondría contento como yo. - Me alegro Ana que me cuentes estas cosas, pero no debes estar triste, tu mamá quiere que tú y tu papá seáis felices. - Gracias seño, hasta mañana. - Hasta mañana pequeña. -

La profesora de Ana vio desde la puerta como su papá le daba un beso, la cogía de la mano, y se marchaban y no pudo evitar una sonrisa triste.

Cuando llegaron a la casa su hija como un torbellino pasó junto a él, tuvo que pegarse a la pared evitando así caer, ante la carrera de Ana por el pasillo camino de su habitación, para ir a mirar su ventana y ver si estaba su mariposa. Pero no estaba. Quedó muy triste y unas lágrimas resbalaron por sus mejillas.

Su papá la miró desde la puerta y comprendiendo su pena la llamó. Ana por favor no tienes porque llorar, seguramente la mariposa se paró en tu ventana cuando iba camino de su casa para descansar, si vuelve de su paseo como ayer, a lo mejor se posa otra vez en la ventana. Ven vamos a merendar, haces los deberes y quizás la mariposa pase a la misma hora, yo te ayudaré a hacer la tarea para que termines pronto, por si vuelve, puedas jugar con ella. -

Que bien papá, me ayudarás como hacía mamá. - Si cariño como hacía mamá. - ¿Entonces si crees cuando te digo, que vino a mi ventana y quería pasar a mi habitación. - Si Ana, a los niños siempre hay que creerlos, hacerles caso y sobre todo quererlos, yo te quiero mucho hija y aunque mamá no esté, nos ve y nos quiere a los dos. - Ya verás como es ella la que nos manda la mariposa, hoy la vas a ver papá. - Bueno date prisa a merendar y así terminaremos antes los deberes. - Si papá ya voy. -

Pedro, el papá de Ana, no quería quitarle la ilusión, si la mariposa no volvía, ya se inventaría algo para consolarla, aunque no sabía como su hija estaba tan segura, contaba lo ocurrido el día anterior con tanta pasión, qué era muy difícil no creerla.

Sin darse cuenta sonreía, la esperanza de su hija de ver la mariposa roja, igual que la pintaba su mujer Anita, le sobrecogía, pero en su fuero interno su ánimo mejoró y después de muchos días de tristeza, se contagió de la ilusión de Ana, y solo pensaba en la mariposa roja.

Cuando estaban terminando los deberes, unos golpes tenues en el cristal, les hizo levantar la vista.

Ana saltó de la silla y corriendo fue a la ventana. - Ves papá como yo tenía razón, ha venido. - Espera Ana, la vas a asustar. - No papá, ella me quiere y no se asusta de mí, mira como mueve las alas, quiere decirnos algo, abre la ventana, quiere entrar. -

Pedro no se lo podía creer, una mariposa roja con puntos azules y violetas idéntica a la que pintaba su mujer; debían estar soñando, “si, tenía que ser un sueño”.

De pronto, la mariposa, se posó en el hombro de Pedro. No se movió; al principio asombro, después una sensación extraña, y luego, un perfume. No era solo un sueño, era algo más, no sabía como, pero la mariposa era ella. Ana lo había intuido en cuanto la vio, él era reacio a creerlo por lo que tenía de sobrenatural, pero su perfume no podía soñarlo. Con cuidado puso la mano en su hombro, para ver si la mariposa se posaba en ella, y para su sorpresa así fue. El aleteo de sus alas llamó su atención; se la acercó a su cara para verla mejor y sus alas rozaron sus mejillas, todo él se estremeció, ¿estaría tan influenciado por la ilusión de su hija, que veía visiones?, ¿pero él tenía la mariposa ante sus ojos, no podía ser una visión?.

Estaba tan absorto en la mariposa, que no sentía que Ana le tiraba del pantalón y le decía: - déjamela papá, que tú ya la has tenido un rato y yo también quiero que sus alas me acaricien. - Vale Ana. - Me dice: que nos quiere muchísimo, que se alegra que me hayas creído, pero que tiene que irse, debe encontrar el camino de vuelta. Hasta mañana mariposa roja te estaremos esperando.

Pedro cogió a su hija entre sus brazos y la apretó con fuerza. - Papá, papá, me haces daño. - Perdona Ana, es que estoy muy contento de haber visto a tu mariposa. - Ya lo sé papá, pero mañana volverá, me ha prometido que me contará muchas cosas de su jardín y de sus amigas, otras mariposas como ella.

La mariposa roja volvía todos los días, cuando sabía que Ana había terminado los deberes, La niña estaba cada día más contenta y su papá Pedro, a pesar de no creer lo que estaba viviendo, de no comprender el milagro de aquella mariposa que volvía todos los días y que hacía tan feliz a su hija, incluso a él, le trasmitía una paz y una felicidad que no sentía desde que su mujer inevitablemente se había ido. Esa mariposa le traía su perfume, se posaba en sus manos y le acariciaba con sus alas, esa sugestión que sentía parecía tan real, que él estaba feliz.

La mariposa jugaba con Ana, describía círculos a su alrededor queriéndola coger, pero siempre se escapaba, revoloteaba también por la cabeza de Pedro y él la seguía con la mirada hechizado por sus colores y su aleteo.

De pronto, se posó en una de las manitas de Ana y con el movimiento de sus alas le decía: que se iba a celebrar la fiesta de las mariposas en el parque cercano a su casa, al día siguiente y que así conocería a amiguitos y amiguitas para jugar.

¿Eso te dice?. - Si papá y que tú también vas a conocer a gente con la que harás amistad. - ¿Como puedes saber lo que te dice?. -Por su aleteo papá, me lo dice con las alas y yo la entiendo. - ¿Pero como es posible que entiendas a una mariposa?. - Pues no sé, pero la entiendo y me dice que nos pongamos muy guapos mañana. - De acuerdo Ana, si eso te ha dicho, así lo haremos, dile que la estaremos esperando. - No hace falta, ella te entiende. - ¿Me entiende?. - Pues claro igual que a mí. Adios mariposa roja hasta mañana.

La niña estaba tan feliz, que Pedro pensó que si era un sueño, no quería dejar de soñar, la tristeza que sentía por la falta de Anita iba disminuyendo y se sentía más fuerte y seguro.

Pero lo que más le agradaba era, que Ana desde que la mariposa los visitaba todos los días, estaba contenta y parecía no echar de menos a su mamá.

Los dos se marcharon a la cama con la ilusión del día siguiente; la fantasía de su hija cautivó su corazón y él sin pretenderlo también formaba parte de ella. Y esa noche soñó con aquella extraña mariposa roja que adivinaba sus pensamientos y los de su hija.

Pedro estuvo nervioso toda la mañana, incluso se afeitó la barba de días que tenía abandonada; se había vuelto huraño y descuidado, pero la mariposa les había pedido que fueran guapos y no quería defraudarla.

Se puso unos pantalones beig y un jersey rojo que tanto le gustaba a Anita, se lo había regalado en un cumpleaños, el rojo era su color preferido, por eso siempre pintaba las mariposas rojas.

A Ana la puso un bonito vestido que le había comprado, de florecitas azules y rosas con hojitas verdes, una chaqueta amarilla y una playeras rojas con ribetes blancos. La peinó su pelo dorado como el sol, en una coleta recogida con un laza amarillo en lo alto de su nuca; estaba realmente preciosa, cada día se parecía más a su madre y cuando lo pensó, se sintió muy orgulloso.

Ana no podía estarse quieta, iba de un lado a otro, esperando el momento que llegara su mariposa.

Su papá trataba de tranquilizarla. - Tranquila hija que todavía no son las cinco. Pero lo cierto es que a él le pasaba lo mismo.

Unos golpes en la ventana, les hizo mirar y allí estaba, mas bonita que nunca, parecía que sus colores se habían avivado y sus alas se movían con más rapidez como si ella también estuviera nerviosa.

Caminaron hasta el parque donde tantas veces lo habían hecho los tres, y la mariposa revoloteaba por sus cabezas mostrandoles el camino.

Cuando llegaron quedaron asombrados, cientos de mariposas más grandes de lo habitual de todos los colores: rosas, azules, verdes, rojas, violetas, incluso, blancas y negras con puntos dorados y rojos, todas ellas con manchas y puntos en combinación con sus colores, era como la fantasía de un cuento, y parecía que cumplían una misión, guiaban a papás y a mamás, a niños y a niñas por el parque.

Al principio todos estaban cohibidos, no hablaban entre sí, pero las mariposas les hicieron entender que lo que querían era precisamente que hablaran entre ellos y se hicieran amigos.

La mariposa de Ana les indico que la siguieran y vieron como se comunicaba con otra mariposa, sus alas eran de un color azul intenso con manchas rojas y verdes y acompañaba a una niña de la edad de Ana y a su mamá; una niña de ojos tan negros como el azabache haciendo juego con su melena y de nombre Luz; su mamá Elen morena como ella, con sus mismos ojos y su misma belleza, no podían negar que eran madre e hija.

Las niñas rápidamente se hicieron amigas jugaban con sus mariposa encantadas sin hacer caso para nada de su papá y su mamá. Ellos las veían tan felices, que empezaron a hablar, coincidían en sus comentarios que no entendían lo que estaba pasando, todo les parecía un cuento de Hadas.

Aquel jardín parecía realmente mágico, sus árboles lucían más verdes, como si cobrasen vida, las flores que brotaban en el manto que cubría de hierba del suelo, de todos los colores y variedades: margaritas, florecillas amarillas y azules, lirios en la ribera del rio, todo en su conjunto era realmente una fiesta, todos disfrutaban del revolotear de los cientos de mariposas que allí se habían congregado.

Ana y Luz eran tan felices juntas, que en sus juegos se olvidaban de las mariposas. Y Pedro y Elen pensaron que, la vida les daba otra oportunidad de ser felices encontrando amistades e ilusiones nuevas.

De pronto las mariposas les rodearon girando a su alrededor y con la velocidad de sus alas creaban una melodía tan armoniosa que todos bailaban y reían.

Las mariposas se fueron posando en las manos de las niñas y los niños y con su aleteo les decían que la fiesta llegaba a su fin y que ellas se despedían, pero que se iban felices al ver que habían hecho muchos amigos y amigas con los que jugar, que ya no las necesitaban, podrían ir al parque cuando quisieran y jugar todos juntos, que no estuvieran tristes porque volverían el año próximo para la fiesta de las mariposas.

Ana acercó su mano a su cara para que la mariposa la acariciase con sus alas y así lo hizo; le dio las gracias por la fiesta tan bonita y por haber conocido a Luz y a su mamá. Se que papá también está contento y eso me hace muy feliz. Pero por favor, no nos puedes hacer alguna visita, un año es muy largo. - Anda mariposa roja prometeme que vendrás algún día a mi ventana, papá también se alegraría. - Gracias, gracias, no tardes en venir, pensaré en ti y te veré en mis sueños. -

La mariposa roja, revoloteo varias veces por la cabeza de Pedro y le acarició con sus alas y creyó entender que era una despedida. La siguió con la mirada y vio que en compañía de la mariposa azul se adentraba en el torbellino de todas las mariposas que habían venido a la fiesta.

Pedro y Ana, hicieron una maravillosa amistad con Elen y Luz, paseaban y jugaban juntos y la felicidad entró de nuevo en sus corazones.

Ana cuando terminaba los deberes del colegio, siempre miraba a la ventana, a ver si volvía su mariposa, pero los días pasaban y no regresaba; no perdía la esperanza, se lo había prometido y volvería.

Pedro igual que su hija, también miraba esa ventana; a veces se preguntaba si no habría sido un sueño, pero hay estaban Elen y Luz, se habían conocido gracias a la mariposa roja y eso tenía algo de mágico, no sabía por qué pero había sucedido y aunque el recuerdo de Anita siempre estaría en su corazón, sentía que un trocito ya lo ocupaban Elen y Luz.

Ana estaba deseando que llegase el sábado para ver a su amiguita Luz y a su mamá Elen, sabía que su papá también se sentía feliz y esa la ponía contenta; pero no podía dejar de pensar ni un solo día en su mariposa roja y en las caricias de sus alas, siempre soñaba con ese momento, y entonces sí que era, realmente feliz.

Un beso mariposa roja, vuelve pronto, te espero.



Escrito por Maria Luisa Corrales Martínez

Madrid 5 de Abril de 2017


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