NOVELA SERIALIZADA: EL MISTERIOSO NIÑO DE OJOS RASGADOS. CAPITULO II
EL MISTERIOSO NIÑO DE OJOS RASGADOS
CAPITULO II
Llegó
en el momento más álgido de las comidas, se cambió rápidamente y
le dijo a su jefe, “ya te contaré”; María y Marta le
preguntaban con la mirada, pero él, les hizo una señal con la palma
de la mano que, luego les contaría.
Cuando
terminaron el trabajo, sentados en una mesa, con el rumor de las olas
de fondo, la luna reflejándose en el agua, y las estrellas adornando
el cielo como cada noche, les contó todo lo sucedido, la amabilidad
con que Leyla les trató y la responsabilidad que demostró respecto
al niño; en ese punto estaba contento, pero les dijo, se había
sentido el hombre más miserable del mundo por haberle dejado allí.
Se
hizo un silencio, Raúl le dijo: - no podías hacer otra cosa Carlos,
- ya lo sé, pero aún así, me siento un miserable. - Bueno, cada
mochuelo a su olivo, dijo su jefe, mañana os quiero aquí a primera
hora, se terminó el cuento; - Carlos sonrió, volvía a ser el de
siempre, pero había descubierto en él una faceta, que no esperaba.
-
Raúl
recogió la mesa y echó el cierre, hasta mañana y clavadítos,
hasta mañana jefe y gracias nuevamente; los tres marcharon por el
paseo, hasta que cada uno cogió su camino. -
Esa
noche no paseó por la playa, fue directamente a su habitación, se
dejó caer en el sillón, estaba cansado como todas las noches, pero
no tenía fuerzas ni de ponerse cómodo; no podía quitarse de la
cabeza, aquellos ojos, aquella mirada de desamparo, con esfuerzo se
cambió y se tumbó en la cama, pero le costó mucho conciliar el
sueño.
Soñó
con el niño de los ojos rasgados: llegaba a la playa con un
salvavidas amarillo a su cintura, subido en una ola gigantesca
luchando con el agua; no lo pensó y se lanzó al mar para
tratar de sacarle, pero nadaba y nadaba y cuanto más luchaba, más
lejos estaba de él, creía lo conseguiría, hizo un último
esfuerzo, agarró el salvavidas con las manos, pero ni rastro del
niño.
Despertó
sobresaltado y no logró volver a dormir. Se levantó con un mal
presentimiento, no entendía, cómo le había afectado de esa manera
el misterioso encuentro con aquel niño y la sensación que, desde
entonces le embargaba.
Marcó
el teléfono de Leyla, escuchó su voz, - ¿Leyla?, - sí, ¿quién
es?, - soy Carlos, perdone la moleste tan temprano, ¿se sabe
algo del niño?, - no, nada todavía, pero no se preocupe, está con
una familia de acogida en el pueblo de, al lado, tienen dos niños más
o menos de su edad, así que tiene con quién jugar.
Carlos,
la Guardia Civil nos dijo que, la noche que encontró al niño,
llegaron a la costa dos pateras con más de ciento veinte personas,
entre ellos algún niño, no localizaron a todos, puede ser que, en la
confusión por huir de la Guardia Civil el niño se extraviara y por
miedo no diga quienes son sus padres.
- Seguramente
ocurriría de ese modo, que la explicación sea tan sencilla, pero
hay algo en él…, desde que le conocí siento nervios en el
estómago, esta incertidumbre de su origen me impulsa a creer en
algo misterioso. -
- ¿Misterioso?,
¿en qué sentido?. -
- Leyla,
¿no le parece raro qué, si ha venido en una patera por lógica vendrá
de la parte de África, o incluso si viniera de Albania, o Grecia,
¿cómo un niño tan pequeño conoce nuestro idioma?, lo habla
perfectamente; - seguramente, dijo la psicóloga, lo habrá
aprendido de sus padres, alguno de ellos puede ser español, o haber
vivido en España, en Melilla; Marruecos está a la vuelta de la
esquina - Sí, quizá tenga razón, pero no me quito de la cabeza
cómo un niño tan pequeño ha sobrevivido a tantas desgracias. - No
sabemos lo que puede aguantar un ser humano y es un niño muy fuerte,
no se preocupe, encontraremos a su familia. -
- Muchas
gracias Leyla por escucharme, - no hay por qué Carlos, hasta pronto
y colgó. -
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Cuando
llegó a su trabajo todos le preguntaron por el niño; no han
averiguado nada, se ha hecho cargo del caso la Guardia Civil y la
Policía, están investigando, pero nada nuevo, saben que esa noche
llegaron refugiados en dos pateras, con la confusión el niño se perdería, a ver que descubren; de momento está con una familia
de acogida, así, que está bien. -
Cuando
llegó a la casa por la noche, le extrañó qué todas las luces
estuvieran encendidas, ¿qué habría pasado?, sabía que Pepa la
dueña, les hacía la vida imposible si dejaban la luz encendida y
aún mayor fue su sorpresa al ver que todos los inquilinos estaban
allí, y la jefa, presidiendo lo que parecía una reunión; de pronto
le espetó: - ¿no tienes nada qué contar?, (pensó: alguien le ha
ido con el cuento, si me vio con el niño), - no sé a qué se
refiere, - ¿no lo sabes?, ¿eres corto de mollera?, ha estado aquí
la Guardia Civil preguntando por tí y por un niño, qué por lo que se
vé, trajiste a tu habitación, sin mi permiso claro, pues sabes lo
tienes absolutamente prohibido. -
- Vamos
señora Pepa, fue un acto de caridad, estaba durmiendo en un banco en
la playa y me dio pena, no había comido nada en todo el día y en
cuanto le dí de comer, se quedó dormido, ¿qué iba a hacer, dejarlo
en la calle?, ¿llevarlo a la Policía?, eso hice en cuanto me
desperté por la mañana. -
- Tenías
que haberme pedido permiso. - Perdone Pepa, pero todo el mundo
dormía, incluso usted, me cercioré y vi que la luz de su ventana
estaba apagada, ¿iba a despertarla?, - solo te digo que te va a
traer consecuencias, además, ¿qué pensará la gente de mi casa, si
han visto venir a la Guardia Civil?, ¿qué nos dedicamos a
actividades fraudulentas?, han puesto la casa patas arriba, no sé
qué estarían buscando, verás cuando pases a tu habitación, parece
una leonera, cómo te acusen de alguna cosa, ya puedes buscar otra
habitación, no quiero escándalos en mi casa; - yo le aseguro,
no tengo nada que ocultar; - eso espero; - bueno, cada uno a su
habitación y sin comentarios. -
Cuando
Carlos entró en su habitación, comprendió a Pepa, todo estaba
revuelto, ¿qué estarían buscando?, aunque no tenía nada que
ocultar, si intervenía la Guardia Civil era algo grave, ¿tendría
qué ver con la aparición del niño?, no se sentía tranquilo.
Casi
no pudo dormir aquella noche, volvió a soñar con aquel niño, caía
al mar desde el cielo y salía del agua como un torpedo, para
aparecer en la playa; despertó bruscamente, aquello se había
convertido en una obsesión, se incorporó en la cama y durante unos
minutos, no pudo reaccionar.
La
luz entraba a través de la persiana y se reflejaba en franjas en la
pared; recordó el sueño y sin saber por qué, sintió miedo: nadaba
y nadaba como la noche anterior en medio del océano, quería darle
la mano, sujetarlo, pero él le rechazaba, parecía, que prefiriese
ahogarse, y de pronto, salía disparado dejándole a su suerte en el
fondo oscuro del agua; cuando se despertó, el sudor lo empapaba
cogió una toalla y salio al cuarto de baño, pidiendo entre dientes,
que no estuviera ocupado.
La
luna, era todavía una mancha naranja desapareciendo por el horizonte
detrás de un conjunto de nubes impulsadas por el viento; a lo lejos,
le pareció oír la melodía de una canción en una radio; se le
ocurrió en ese momento, iría a ver al niño de ojos rasgados, le
gustaba llamarle así; quizá sus padres adoptivos ya le habrían
puesto un nombre, en cuanto terminase su trabajo de la mañana
cogería el autobús a Mijas; era su tarde libre y le apetecía
verle, al fin y al cabo, él se lo había encontrado en la playa, era
su responsabilidad que estuviera bien.
Era
temprano, se dirigió a la playa con paso lento, escrutó con la
mirada aquel mar de aguas verdes y la calma de sus olas; pensó en
sus sueños diciéndose a sí mismo, “solo son sueños, nada más
que sueños”.
Siguió
por la playa hasta su lugar de trabajo y le dijo a Raúl que cuando
terminara la jornada se acercaría a ver al niño, aunque sabía por
Leyla que estaba bien quería verlo con sus propios ojos, a su jefe
le pareció una buena idea, también él le había tomado cariño.
Llegó
a Mijas y buscó la casa; quedó asombrado, era un chalet bastante
grande, la verja que, separaba el jardín de la calzada,
suficientemente alta, para que fuese difícil saltarla, y lo bastante
larga, para tener que andar unos cuantos metros; cuando llegó a la
gran puerta de hierro, buscó el pulsador para llamar, pero antes de
que lo encontrara, se abrió lentamente debido a su sistema
electrónico y un anciano en muy buena forma física para su edad, le
invitó a entrar, le preguntó su nombre y a quién venía a ver;
recordó de pronto el nombre que Leyla le había mencionado, vengo a
ver a don David y al niño que ha acogido, mi nombre es Carlos. -
Bien venga conmigo, le acompañaré hasta la casa; había un gran
trecho desde la puerta de entrada de la finca a la entrada principal;
Carlos pensó que Leyla se había quedado corta cuando le dijo:
era una familia acomodada.
El
criado pasó al interior de la vivienda, le indicó le siguiese y
llegaron por un pasillo a una estancia, donde se encontraban unos
niños jugando, una mujer leyendo un libro, y en una mesa en el centro
de la sala, un hombre consultando su ordenador; antes de que fuese
anunciado, el niño conoció enseguida a Carlos y gritando su nombre
corrió y se lanzó a su cuello sin parar de reír, lo que hizo que
Carlos estuviera a punto de caer.
- ¿Usted
es Carlos?, Sirio nos ha hablado tanto de usted que deseaba
conocerle, iba a llamarle, pero se ha adelantado; yo soy David, ya le
habrá contado Leyla se quedará con nosotros, hasta que
encuentren a su familia; le presento a mi esposa Paula y a mis hijos
Daniel y Adrián; - encantado contestó Carlos, dando la mano a
aquella mujer, cuya sonrisa le cautivó, y a unos niños con los que
jugaba Sirio; ¿se habría acordado de su nombre?; el niño no se
soltaba de su mano y le miraba con cariño.
David
se dirigió a él y le dijo: - Sirio, Carlos y yo tenemos que
hablar, te prometo que en un ratito te lo devuelvo para que habléis
de vuestras cosas; el niño soltó la mano de Carlos con pena
diciendo un bueno poco convencido. -
- Paula
dijo David a su esposa, prepara un refrigerio, mientras hablo con
Carlos, enseguida volvemos. - Por aquí por favor, pasaron a una sala y
amablemente le hizo ademán de que se sentara en uno de los sillones;
como le he dicho pensaba llamarle, Leyla me refirió como fue su
encuentro con el niño en la playa y como le trataron en comisaría
con muy poca sensibilidad, cuando usted lo único que hizo como
persona de bien, fue recogerle y ocuparse de su bienestar; además
me demuestra con su visita le importa y le tiene afecto, no hay
más que ver, la alegría con qué le ha recibido. -
- Quería
haber venido mucho antes, pero mi trabajo me lo impide, hoy he podido
hacerlo, porque es mi tarde libre; le he tomado mucho cariño y me
preocupa, es un niño tan bueno y ha debido pasarlo tan mal… un
niño a su edad tal sufrimiento; me ha extrañado, que le ha llamado
Sirio, no es un nombre corriente, ¿les dijo qué ese era su nombre?.
-
- No
Carlos, nos dijo, le llamáramos Sirio por su estrella; - ¿eso
les dijo, cómo su estrella?; - sí, nos contó: era la estrella más brillante del cielo y él, la contemplaba todas las noches; es un
niño muy inteligente, yo diría superdotado, y muy fantasioso, a
veces cuenta las cosas con tanta realidad que, pareciera cómo si las
hubiera visto, e incluso, cómo si las hubiera vivido; no sé qué
pensar, juega con mis hijos como el niño qué es, pero conmigo tiene
conversaciones casi de adulto, y he observado conoce muchas palabras
en otros idiomas; por eso quería hablar con usted, a ver si eran
solo cosas mías.
- No,
desde luego, a mí también me extrañó desde el principio su
comportamiento, por un lado desconfiaba, no quería contar nada de
él, ni de su familia, y por otro, veía en sus ojos sinceridad,
que estaba diciendo la verdad, que no tenía padres, o quizá, lo
hubiese olvidado; sin embargo, ha ejercido un poder sobre mí que, no
sabría definir, me siento responsable, como si una fuerza me
arrastrara a estar con él, es más fuerte que yo, hasta sueño por
las noches, como si tuviera que ponerle a salvo de alguién, o
de algo. Es un niño con una atracción arrolladora y una intuición
única, parece te leyera el pensamiento, o supiera. lo que vas
a hacer en cada momento.
David,
quisiera hacerle una pregunta, es complicado, pero me preocupa; -
usted dirá, - ¿ha venido a su casa la Policía o la Guardia Civil,
a preguntarle por alguna cuestión respecto al niño?. - Ahora que
lo dice, ayer se presentó una pareja de policías de paisano, me
hicieron algunas preguntas sobre el niño, si había dicho algo sobre
su país, sobre sus padres, o de personas que no fueran españolas,
si le había escuchado hablar en inglés, o en cualquier otro idioma;
les dije que no, que se comportaba como un niño normal y que, lo
único que nos había pedido, le llamásemos Sirio, nada más;
me dieron una tarjeta con un número de teléfono, les llamara
si notaba en él algo extraño; la verdad, me dejó preocupado. -
- ¿Podría
enseñarme esa tarjeta?. - Desde luego, la tengo en la cartera; sacó
su billetera, buscó la tarjeta y se la enseñó. - Solo
pone, Roberto Rodríguez jefe de policía, sin ningún logo ni
membrete; puede haberla hecho cualquiera. - Mire David, no entiendo
tantas preguntas sobre el niño a nosotros y ellos no tengan ni idea
de quién és, fueron a la casa donde vivo, ocupo una habitación
alquilada y la pusieron patas arriba buscando algo que, por supuesto,
no encontraron y muy interesados por el niño; ¿qué iba a llevar, o
a esconder un niño pequeño?, la dueña me amenazó con echarme,
lógicamente llevé el niño aquella noche, le preparé unos sanwichs, le aseé, y no sé qué podían buscar. -
- Bueno
Carlos, vamos a hacer lo siguiente, tengo amigos en la policía, les
preguntaré a ver si tienen alguna pista, e indagaré lo que pueda
por otros medios, si me entero de algo le llamaré; ahora vamos,
seguro que Sirio estará nervioso, le quiere a usted mucho, se nota.
-
- Le
aseguro David, que es reciproco. -
Paula
había preparado una merienda, se sentaron a la mesa y Sirio le dijo: -
¿cuándo vas a venir a por mí Carlos?, me gustaría me llevaras
a tu casa y a ver a mis amigos, Raúl, María y Marta, me acuerdo
mucho de ellos. -
- Te
prometo que, con permiso de David y de Paula, vendré a por ti y
pasaremos el día juntos. - ¿De verdad y podré ver a Raúl?, - pues
claro y a María y a Marta, las dos me han dado muchos besos para ti. Pero
ya sabes cual es mi trabajo, no puedo ocuparme de tí como quisiera,
pero pronto vendré a buscarte.
Cuando
se despidieron, aunque le prometió se verían pronto, lo
hicieron con pena.
Salió
de la finca caminando paralelo a la verja, miró hacia el jardín con
la gran casa iluminada al fondo y pensó, no puedo competir con esto,
es mejor esté aquí que, en una habitación con vistas, a un
patio de luces.
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